Padre no hay más que uno, aunque el cine nos haya dado muchas figuras paternales a las que querer, respetar, admirar e incluso, en alguna ocasión, llegar a odiar. Personajes cuyas enseñanzas y regañinas a sus hijos en la pantalla hemos hecho nuestras. Figuras que perfectas en su propia imperfección han ido complementando, a fuerza de constituir una auténtica educación sentimental, las enseñanzas del que teníamos en casa de carne y hueso. Como celebración adelantada de este día de San José le dejo aquí, querido lector, cinco de esos padres de cine que me vienen de manera inevitable al pensamiento cuando pienso las relaciones paternofiliales en la gran pantalla. Cinco más un padres (me he permitido añadir al más gamberro de toda la galaxia como bonus track) que tienen mucho de parecido con los de fuera de la pantalla —¿o es al revés?— y que me atrevo a decir han dejado en nosotros, quizá no tanta huella como los que teníamos en nuestras casas, pero sí algo imborrable y eterno que un día, si Dios quiere, debemos tratar de dejar a nuestros hijos.

De forma que, a falta de un plan mejor, pónganse este 19 de marzo alguno de los siguientes títulos con sus padres y pasen un día de película o, mejor aún, póngansela con sus hijos, si es que Dios ya ha proveído. En cualquier otro caso, póngansela igualmente, que el buen cine no necesita ni excusa ni compañía.

1  Jorge Darling en Peter Pan, 1953, Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske

«El señor Darling era un hombre práctico», dice el narrador que nos introduce en la historia de Peter Pan cuando nos presentar a Jorge Darling, padre de Wendy, Juan y Miguel. Un hombre casado con una mujer dulce y atenta, Mari en su doblaje al castellano, que aplaca al volcán que hay en su interior cuando enfadado y disgustado descubre que su pechera favorita fue usada y pintada por sus hijos como mapa del tesoro y sus gemelos escondidos como el tesoro perdido. La señora Darling conoce al gruñón de su marido, como todas las madres conocen a los padres de sus hijos, y como buena balsa de aceite, calma al excitado Jorge.

Jorge Darling, incrédulo, cascarrabias y adulto, me ha dado una de mis escenas favoritas en la historia del cine cuando al final de la película y ante la historia sobre raptos, piratas, indios y barcos voladores de sus hijos, él, bostezando, le dice a su esposa ese «Mari, yo me voy a dormir», para luego asomarse a la ventana y, ojiplático y boquiabierto, ver la sombra del barco sobre el cielo de Londres. «Tengo idea de haber visto ese barco alguna vez, hace mucho tiempo, cuando era niño», recuerda. Y ahí nos lo enseña todo.

2  Atticus Finch en Matar a un ruiseñor, 1962, Robert Mulligan

Dice la AFI (American Film Institute) que es la película con el héroe más ejemplar de la historia del cine mundial. Y a ese héroe, que tiene la cara de Gregory Peck y unas gafas estupendas que ahora ha reeditado Oliver Peoples y que, además, es abogado, yo me he querido parecer ya casi entrado en la treintena, dedicándome a la abogacía y pensando que tengo una ahijada que no deja de crecer.

Atticus Finch es un héroe, sobre todo, para los adultos que un día fueron tan niños como sus hijos, en especial como su hija Scout, y que ahora comprenden esas enseñanzas contenidas en cada uno de sus actos. «Tengo que defender a este hombre negro porque es mi trabajo y porque considero que es honesto. No sé si es culpable o inocente, no es mi labor decirlo, pero se merece un juicio justo». Ese sentido de la justicia y el deber que tanto escasea en nuestra sociedad actual.

3  Matt Drayton en Adivina quién viene esta noche, 1967, Stanley Kramer

Spencer Tracy hizo de esta su última película un canto a la tolerancia, al amor a los hijos, en este caso, a su hija y, a lo que voy, al amor a la esposa, que era, claro, Katharine Hepburn. La historia es sencilla, en aquellos Estados Unidos de los sesenta, una hija, una preciosa Katharine Houghton, llega a casa de sus padres para presentarles a su prometido, un joven médico negro, un magistral Sidney Poitier. Aquello no puede ser y durante toda una tarde la familia discute y discute por el futuro.

Spencer Tracy, editor de periódicos en la película, y que tantas lágrimas nos ha sacado en su extensa filmografía, encaja en el monólogo final de Adivina quién viene esta noche el canto más grande al amor conyugal cuando dirige a todos, y en especial a su hija y su futuro yerno, esa declaración de lo que fue, y es, el amor hacia su esposa. «Lo único que cuenta son sus sentimientos y hasta qué punto se quieren el uno al otro. Porque aunque sea la mitad de lo que nosotros nos quisimos, es suficiente», dice.

4  Henry Jones Senior en Indiana Jones y la última cruzada, 1989, Steven Spielberg

Steven Spielberg consagró en las dos primeras películas de esta saga, En busca del arca perdida, 1981, y El templo maldito, 1984, al héroe al que todos nos queríamos parecer. Un tipo con más mundo que Phileas Fogg, inteligente, valiente, guapo, que disparaba de miedo y combatía a nazis y hechiceros, que enseñaba en la universidad donde sus alumnas estaban locas por él y que, en cada aventura, le salían las cosas bien y terminaba besando a chicas guapas. Un tipo que además era Harrison Ford, piloto y dueño del Halcón Milenario, a quien el látigo, el sombrero y la chupa de cuero le quedaban de lujo.

Pues a ese tipo al que todos queríamos parecernos, Spielberg, en la tercera entrega de la saga va y le mete un padre que mola bastante más que él, inteligente, valiente, guapo (pues el que tuvo retuvo), que no necesitaba disparar para combatir a los nazis, pues con su paraguas derribaba aviones en la playa para luego soltarte esa frase, vacile y enseñanza, «De pronto recordé lo que dijo Carlo Magno: “que nuestro ejército sean los árboles, las rocas y los pájaros del cielo”», a su hijo Junior, que lo había dado todo por perdido. Y que, por si eso fuera poco, era Sean Connery.

5  Guido Orefice en La vida es bella, 1997, Roberto Begnini

«¡Buongiorno Principessa!» ¿Quién no ha gritado en alguna ocasión esa salutación cargada de amor y significación a la persona que quieres? La frase, ya saben, la dice por primera vez de Guido, que es Roberto Begnini, y que es todo lo bueno y bonito de la vida, por muy cursi que pueda sonar. Porque el protagonista, padre y esposo de La vida es bella es motivo por el que vale la pena vivir, quien no se rinde, quien lucha y hace que los que están a su lado, aún en ese triste y lamentable campo de concentración, no sólo sobrevivan, sino que vivan, casi con mayúsculas.

Guido es tipo de personas a quien imitar cuando vemos que quienes nos rodean están teniendo una mala racha. Guido, con toda la sobreactuación begniniana, nos demuestra en esa improvisada traducción del alemán de las reglas de juego en el campo, que la luz existe incluso en aquellos lugares en donde parece no entrar ni un rayo. Y eso es lo que tenemos que aprender de él, a ser la grieta, porque Guido es, en el fondo, esa grieta.

5+1  Darth Vader en Star Wars: Episodio V – El Imperio contraataca, 1980, Irvin Kershner

No puedo terminar este listado sin el sexto en discordia, que puede que sea el padre más malvado de toda la galaxia y, desde luego, uno de los spoiler que más personas en el mundo se han comido. Darth Vader, que ya en su etimología suena a Darth Father, es, a su manera, un padre más al que felicitar los 19 de marzo que nos ha enseñado que quien más y quien menos tiene un poco de lado oscuro en su interior. No debemos olvidar, tampoco, que el gran villano trataba de llevar a su hijo Luke Skywalker al lado oscuro en la creencia de que sería lo mejor para él. «Únete a mí y juntos dominaremos la galaxia como padre e hijo», ¿cuántos de ustedes habrían aceptado?