¿Cuándo ha sido la última vez que se ha sumido en el silencio? No sólo el de la ausencia de ruidos molestos o superfluos, sino el silencio profundo, el que ayuda a mirar el mundo como realmente es, con lo que hay detrás de lo que vemos. El silencio profundo exige el silencio que evita los ruidos superfluos, pero es más que el mero quedar callado.
Tanto ruido. Tanta superficialidad inane. Tanta vacuidad que deja al ser humano agotado y vacío.
Este Sábado Santo es día de silencio. De espera. De ahondar. De mirar de otro modo.
La inmensa riqueza, el inmenso tesoro del silencio, a la espera de ser abrazado. De que nos zambullamos, como en el mar, en él. En Él.