¿Qué hace que el ser humano pierda su identidad? Toda la ficción, y por desgracia la medicina, nos dicen que perder la memoria es perder la identidad. Dejar de ser para uno mismo quien eres. Lo serás para otros, que guardan su memoria de ti, pero tú dejas de ser tú. Pierdes quién eres, pierdes tu identidad, pierdes lo que te hace ser tú, si pierdes tu memoria. Me resuena esa idea en este tiempo de Pascua desde la fe.
La memoria, como una de las potencias del alma humana para san Agustín, junto con el entendimiento y la voluntad, cobra central presencia en el tiempo pascual. Hacer memoria de Jesucristo (acuérdate de Él, resucitado de entre los muertos), recordar en la etimología de volver a pasar por el corazón, es revivir, volver a vivir, volver a hacer vida de lo sucedido y vivido. Y eso nos hace ser quien somos.
La identidad del cristiano está en la Resurrección de Jesucristo como primicia de nuestra resurrección, en la doble dimensión del día de nuestra muerte, y de las muertes de nuestro día a día. La resurrección borra el miedo a que el dolor, el mal o la muerte sean todo nuestro horizonte humano, para sostenernos en la esperanza de la fe en que el Dios del Amor no abandona nunca a sus hijos. La resurrección sostiene la verdadera identidad humana que nos hace ser quién somos en realidad: hijos de Dios.