Se encuentra el avispero mediático muy agitado respecto al hecho religioso. A lo que se ha dado en llamar nueva evangelización, que comprende en gran medida la difusión del mensaje evangélico a través de las redes sociales y los canales de internet, se unen manifestaciones artísticas que, de alguna manera, se preguntan por la fe.
Para un observador poco avezado, se estaría produciendo un giro católico espoleado por la conversión de tal o cual artista, por la película de moda, por las acciones más o menos provocadoras de un cura oenegeizado o por el videoclip de una estrella, a priori, indiferente o contraria a la religión.
Nada está ocurriendo así, y haríamos bien en separar la moda (artístico-espiritual) de la Verdad. Lo que sí se da es una vuelta a lo que es verdadero, y eso, necesariamente, desemboca en poner la mirada en Dios. La gente corriente se acerca al hartazgo, al punto de ruptura con los sucedáneos que sólo han traído vacío y desesperación. Se hace las preguntas adecuadas y, sobre todo, busca. C. Tangana, Rosalía y sus exégetas llegan dos mil años después de la Verdad.


