Estaba ya enviando mi texto sobre la importancia del fracaso cuando ayer por la tarde me saltó la noticia, ay, de que Ignacio Aguado deja Ciudadanos. Uno que se lo ha tomado en serio, pensé. La tesis del artículo, que reescribí rápidamente por culpa del que un día fuera vicepresidente de la Comunidad de Madrid, venía a decir que es importante recuperar el fracaso como herramienta educativa. Claro que el caso de Aguado, estrepitosamente fracasado —brillante, de hecho, en el arte del malogro— no ilustra del todo la idea que hoy quiero transmitir.

Pensaba que en la sociedad del querer es poder, blanqueada por empresas de tazas de desayuno con frases moñas y cojines de emoticonos sonrientes, reivindicar el fracaso bien ejecutado supone un acto de rebeldía. Porque, no lo neguemos, frente a lo que muchos quieran pensar —plañideras paulocoelhistas, técnicos educativos resilientes y demás familias monomarentales—, sí existe un fracaso victorioso, una derrota edificante, en definitiva, un fiasco santificador. Y aquí es donde Aguado me jode el artículo.

Abandonar Ciudadanos, juzguen ustedes, ha de ser mirado benignamente. Digamos que el más tibio de entre nosotros lo tildaría de logro. Sin embargo, no habiendo nada malo en huir de aquello, Ignacio Aguado lo ha hecho soltando pestes de todos sus compañeros. Para lo que me queda en el convento, etecé. Claro que esto ya lo inventó Francesco Schettino, que consiguió protagonizar el mayor acto de cobardía de lo que en un principio suponía una gran virtud: salir vivo del Costa Concordia. Así, basta con encender la televisión para encontrar cientos de fracasos mal aprovechados, pequeños Ignacios Aguados jodiéndome de nuevo el artículo.

Pero yo hoy venía a hablar de Alcaraz, como podría disertar sobre la vuelta a los ruedos de Emilio de Justo. Perdió en Francia, en Wimbledon, en Hamburgo, en Umag… Más doloroso fue lo de Canadá —un fracaso de los de Ciudadanos, hasta el corvejón— y hace unos días lo de Cincinnati. Y ahí está el tío, sereno y lozano, sabiendo que el US Open es suyo, como ya ha manifestado Kyrgios. De esta forma, los fracasos que el murciano ha ido acumulando las últimas semanas servirán sin duda para hacerse con el título estadounidense. Pienso ahora que tres veces seguidas fracasó Pedro y hoy lo tenemos esperándonos en las puertas del Cielo. Tan mal no le fue. No debemos desaprovechar lo que a ojos del mundo es un fiasco. Dios, mediante nuestra torpe humanidad, nos está dando constantes oportunidades. Así que fracasemos a lo grande, pero recuerden: las mujeres y los niños, primero.

Pablo Mariñoso
Procuro dar la cara por la cruz. He estudiado Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Escribo en La Gaceta, Revista Centinela y Libro sobre Libro. Muy de Woody Allen, Hadjadj y Mesanza. Me cae bien el Papa.