Me molesta mucho, muchísimo, que el nuevo rol de la mujer en la sociedad que quieren construir algunos sea el de víctima. Y lo peor es que lo camuflan, las autodenominadas feministas, dicen que con sus postulados las mujeres nos vamos «empoderar» —no soporto esa palabra— y ser iguales a los hombres —aunque, realmente lo que quieren es someterles con leyes que les perjudican por el hecho de ser hombres—, pero no es verdad.

La mujer que esbozan es siempre una víctima. Siempre es una pobrecita a la que, por supuestos, siempre hay que creer. «¡Yo sí te creo, hermana!», «¡Entre mujeres nos tenemos que apoyar!». No, perdona. Yo te creeré si dices la verdad, seas hombre o mujer. Yo te apoyaré si considero que tu causa lo merece, seas hombre o mujer.

Parece que las mujeres, por el hecho de serlo, ya somos seres de luz, que siempre son buenos y dicen la verdad. Qué barrabasada. Hay mujeres malas, malvadas, igual que los hay hombres. A nadie se le ocurriría acuñar esos mismos eslóganes que se prodigan entre mujeres para los hombres. «¡Yo sí te creo, hermano!», «¡Entre hombres nos tenemos que apoyar!». Suenan absurdos, incluso «machistas». ¿Por qué sí pueden emplearse para las mujeres?

Más allá del compadreo que por pura lógica de la naturaleza -aunque muchos ya no responden ni a esta- pueda existir entre las personas del mismo sexo, ¿no deberemos creer al hombre o mujer que diga la verdad? ¿no deberemos apoyar al hombre o mujer que lo merezca, independientemente de cuál sea nuestro sexo?

Buscan constantemente separarnos, hacernos enemigos a los unos de los otros por el hecho biológico de haber nacido de uno u otro sexo. Y no funciona así. Somos compañeros y debemos ser iguales.

Es cierto que durante muchos años no fue así, y las mujeres estuvieron relegadas durante demasiado tiempo a un papel secundario en nuestra sociedad. Pero ésta no es la realidad actual en España. Tristemente, en otros muchos países la mujer sí vive sometida al hombre, aunque justamente de eso no les guste mucho hablar a las que se han apropiado del feminismo aquí.

Pero en vez de disfrutar de esa igualdad real que, a mi juicio, sí impera ya en España parece que quieran cobrarse la venganza a los hombres y someterles a la dictadura totalitaria de la mujer, donde esta siempre es buena y, por supuesto, siempre dirá la verdad. «¡Yo sí te creo, hermana!».