Reconciliación, las memorias de Juan Carlos I trascienden lo literario para convertirse en un repaso de la historia reciente de España. El libro abarca cuatro décadas de reinado, desde la Transición hasta las polémicas que lo llevaron al ostracismo voluntario en Abu Dabi. Más allá de la reivindicación personal, el rey exiliado parece saldar cuentas con su hijo Felipe VI y expresa temores de que su exclusión de la Casa Real debilite los cimientos de la Corona.
La realidad es que ese camino de flaqueza lo inició él cuando se entregó a los brazos del socialismo, pensando —aconsejado por Fernandez Miranda— que a la derecha siempre la tendría ganada. Felipe VI no ha hecho más que profundizar en dicha autodestrucción al firmar todo lo que le pone delante el PSOE, incluida la amnistía a golpistas y leyes que condenan aquello que legitima a la propia monarquía. Además de entrar en alegre simbiosis con el progresismo hegemónico o hacer gala de su aquiescencia a la causa globalista, y no solo en la solapa.
La Corona ha dejado de ser garantía de unidad y permanencia para convertirse en títere de aquellos que buscan nuestra destrucción. Y aún agradece el privilegio. Quizá todavía no hayan comprendido que cuando cumplan su misión como coadyuvantes en la balcanización de España y la demolición del Régimen, aquellos a los que sirven (en lugar de al pueblo español) serán los mismos que les dejen caer.


