El otro día me descubrían una película que me gustó mucho: The Holiday. Es una de esas comedias románticas de los 2000 protagonizada por Cameron Diaz, Jude Law, Kate Winslet y Jack Black. Un poco al estilo de vieja comedia de enredos, screwball, vamos, sólo que distinta y más larga. Claro. Me gustó mucho casi toda ella, ya les digo. Todo es bastante bonito, feliz, con entornos agradables y buenos golpes de guion, cosa que se agradece. Hay un guapo, una guapa, otra guapa —para mí bastante más que la primera— y un amigo gracioso, lo que le hace guapo, también. Niñas, Navidad, un jeta de la vida que se aprovecha del amor que sienten por él, una novia infiel. En fin, que la película tiene todo lo que hay que tener para convertirse en uno de esos clásicos del cine cómico-romántico. Ah, y tiene una banda sonora estupenda.

Hay un personaje de la película que se me destaca por encima de todos los demás: Eli Wallach, que, si no identifican, sepan que hizo el papel de Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez en El bueno, el feo y el malo, el segundo de los tres, el Feo. En The Holiday interpreta el papel de un viejo guionista de Hollywood ya retirado, un hombre que tuvo su época dorada habiendo conseguido un Oscar, un Emmy, se intuye también en su despacho un Globo de Oro… y que ahora recuerda los viejos tiempos, aquellos buenos y viejos tiempos en los que se estrenaban nueve películas al mes. Un hombre que vive en la nostalgia evocando cómo el mismísimo Cary Grant le contó dónde había nacido o cómo uno de sus primeros trabajos fue ser el recadero de Louis B. Meyer, en la Metro-Goldwyn-Meyer.

Ese personaje, que por su viejo oficio conoce bien los entresijos del guion y las historias, le cuenta al personaje de Kate Winslet uno de los conceptos más bonitos en las películas que yo he visto: los encuentros cucos. Y lo hace diciendo que «un encuentro cuco es cuando se conocen dos personajes en una película». Por ejemplo, un hombre y una mujer necesitan comprar algo que ponerse para dormir y los dos acuden a la misma tienda de pijamas para caballeros. El hombre le dice al dependiente: «Sólo necesito la parte de abajo» y la mujer: «Yo sólo la de arriba». Entonces, se miran y es un encuentro cuco. La escena que describe es el inicio de La octava mujer de Barbazul, de Lubitsch, aunque en la película era al revés, él quería la parte de arriba y ella, la de abajo.

Y entonces yo me quedo pensando en todos esos encuentros cucos que he visto en la pantalla sin haberme dado cuenta de que era precisamente eso lo que estaba viendo. Uno de mis favoritos es ese primer encuentro entre Audrey Hepburn y George Peppard en Desayuno con diamantes. Ése en el que él está en la puerta del portal y ella dormida en la cama. Ella llegó pocas horas antes de una de las fiestas a las que fue la noche anterior. Todos conocemos eso de desayunar delante del escaparate de Tiffany’s. Pero yo me refiero a ese momento en el que suena el microfonillo, el gato sin nombre sin nombre miaga y ella se despierta, abre el portal y ve cómo un hombre (George Peppard) sube por las escaleras con excusas, lamentos y disculpas. Ella tiene tapones para los oídos, se quita uno. Un favor más: «¿Podría utilizar su teléfono?». Entra en el piso y entonces ella comienza a hablar sin parar. «¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?» «¿Color rojo? Querrá decir negro». «No, se tiene un día negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado. Estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, se tiene miedo y no se sabe por qué. ¿Le ha ocurrido a usted alguna vez?».

De toda la escena me gusta cuando entran en la habitación para que ella se prepare para su visita semanal a la penitenciaría. «Siempre me ha parecido un nombre ridículo para un penal, Sing Sing debería ser un teatro de ópera o algo parecido». Ella le dice que la ayude a buscar sus zapatos y hablan bajo la cama. Hay algo en esas viejas películas, probablemente un buen guion. Claro que para hacer un buen guion hacen falta buenos guionistas y como los de antes quedan pocos. De eso iba todo esto, de los viejos guionistas que te enseñan a ver que el cine amable, el cine que nos gusta, es aquél en el que podemos identificar, quizá no un encuentro cuco, pero seguro que un momento cuco. Hablaremos de ellos. Pero ahora tengo que irme a unos grandes almacenes, a ver si me venden una parte de arriba de pijama. No creo que lo pille quien me atienda, pero…