Ya es célebre la categórica sentencia de Pedro Sánchez de que él no miente, sino que cambia de opinión. Si al menos alguna verdad podemos reconocerle es que ciertamente la mentira es algo distinto del cambio de opinión, son cosas diferentes y por tanto no podemos condenarlo por ello. Es más, me atrevo a afirmar que cabría la remota posibilidad de que no haya mentido y voy a tratar de explicar por qué.

La mentira, al contrario de lo que se suele pensar, no es no «decir la verdad» en tanto que manifestación de la realidad de una cosa o cuestión determinada. La mentira se refiere más a la disposición interior que uno tiene; esto es, a la expresión contraria de lo que se piensa. Aunque ambas a menudo estén íntimamente relacionadas. La mentira no consiste tanto en decir lo que no es, sino en manifestar algo distinto a lo que verdaderamente se piensa con alguna oscura intención. Lo cual significa que una persona puede decir «lo que es» y estar mintiendo al mismo tiempo.

Creo que la mejor manera de comprender esta idea es remitirme a Fabrice Hadjadj cuando dice que los demonios, aun cuando dicen la verdad, mienten. Y nosotros, al igual que Pedro Sánchez, como somos hombres, tenemos a todos los demonios dentro. Así que el ejemplo nos vale igual. Fijémonos en las tentaciones de Cristo en el desierto, concretamente en la segunda tentación. El diablo le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”» (Mt 4, 6). El diablo está citando las Escrituras, concretamente el Salmo 91. Es más, las conoce mejor que cualquier hombre. Y todavía más, el diablo tiene más fe que la humanidad entera. ¿Y no es así, que en los salmos vemos ciertas profecías acerca de la llegada de Jesucristo? ¿No está acaso el diablo manifestando una verdad? Sí en el sentido de que es cierto. No en el sentido de que no pretenden servir a la verdad. Sus intenciones atentan directamente contra la justicia de Dios, que no es otra cosa que su voluntad, por no decir que pretenden derribar a Aquél que es la verdad misma. Tal es la fe de los demonios.

Volviendo al punto de partida, podemos decir que no sabemos con certeza si Pedro Sánchez mentía porque tal podía ser su honesta inclinación en cada uno de los momentos en que se manifestaba. En el caso de que esto fuera remotamente cierto, el presidente no mentía al decir que cambiaba de opinión. Estar abierto al cambio de opinión puede llegar a ser un signo de humildad y honestidad intelectual, pero resulta cuando menos sospechoso al ocurrir con una frecuencia desmedida, con términos y situaciones absolutamente dispares, lo cual pone de manifiesto la ignorancia y la falta de compromiso. Sabemos que la nobleza y valor de un hombre se miden por el compromiso con su palabra. Esto dejaría las cosas más claras todavía en relación al presidente: éste es el nivel de incompetencia de un hombre, al mando de un país, sin criterio ni formación suficientes como para tener ideas íntegras y fijas. La inestabilidad nacional y política es terrible.

Podrían ser meras equivocaciones. Nadie se libra del error, estamos obligados a reconocer; pero, como dice Enrique García-Máiquez, algunos «aciertan tanto en el error que se diría que apuntan».