Marita's World

Hay una licenciada en Comunicación Audiovisual —«experta en cultura pop y estilo de vida», reza su perfil en Elle— que me tiene absolutamente fascinado: responde al nombre de Marita Alonso. Además de en Elle, escribe en Mujer Hoy (Vocento) y El País, de modo que cubre con generosa amplitud el terreno mediático nacional —cual pelotero todocampista—, en su caso, en las cosas del corazón, a las que ha dedicado también una suerte de memorias, Antimanual de autodestrucción amorosa. Esta fascinación tiene varios motivos, que si son pertinentes es porque, reunidos, conforman un paradigma del carajal amoroso posmoderno, del que Marita es una especie de epítome.

Primer motivo: Marita es una representante ejemplar del adanismo millennial, esto es, un remedo en articulista de las cuentas «Millennials descubren», que en X (Twitter), Facebook e Instagram nos deleitan con increíbles hallazgos de cosas más que inventadas. Como además el mundo anglosajón rebosa de creatividad en lo del naming, ahí está Marita para recoger todas las ocurrencias. Nos explica, por ejemplo, qué es una situationship, «un vínculo casual consensuado por ambas partes, como de un estado de relación válida […] una forma de tener un vínculo con menos presión». Es decir, gente que se acuesta sin compromiso, algo que, como todo el mundo sabe, no existía antes de que se inventase Tinder.

Segundo motivo: es una mina de disparates. Está la gente, por lo visto, tan aburrida y tan superficializada que anda indagando tonterías a una velocidad sin tasa. Para quien se encuentre en esa tesitura: tenéis que leer a Marita. Su arsenal a este respecto es de tal magnitud que aquí no podemos hacerle justicia, pero les dejo algunos títulos de artículos autoexplicativos:

Y es que para ella todo es tendencia. Con todo, yo me quedo con su reciente reivindicación del marital summer sabbatical, «un período que puede ir de días a semanas. Ocurre especialmente en verano, como indica su nombre, pero también en las recién finalizadas Navidades». Efectivamente: hablamos de «descansos maritales», alejamientos intermitentes como el ayuno. Acompaña su disquisición de sesudas referencias históricas —como si la estupidez necesitase justificaciones—, y de este glorioso párrafo, que da para un apartado entero del individualismo expresivo (véase el sexto motivo):

La proveedora de productos íntimos y empresa del sector del bienestar sexual Lovehoney Group […] señala en su informe 2024 Sex Trends Reports […] que muchas personas están cambiando conscientemente sus estrategias de relación para darse prioridad a sí mismas, por lo que están aumentando los períodos sabáticos en las relaciones. Se trata de tomar breves pausas en las relaciones para explorar el crecimiento personal, los objetivos y el autodescubrimiento antes de volver a la pareja.

«El sector del bienestar sexual» es ya un hallazgo en sí mismo; pero nada como la ingenuidad de pensar que los fabricantes de objetos sexuales no tengan interés alguno que arruine su objetividad en que las parejas se den descansitos. Por no hablar de «la pareja» (mentar el amor es arcaico) como si de un lugar se tratase. Qué poco hablamos de la disparatesfera.

Tercer motivo: nuestra reportera está siempre dispuesta a darle voz a todo aquel que niegue la posibilidad del amor para siempre, no digamos la familia, tener hijos y otras costumbres de la fachosfera. Entrevista a Darcy Lockman: «El instinto maternal es mentira». Sexo de despedida con un ex: ¿una idea desastrosa o una apuesta segura?. La clase alta siempre lo ha hecho: el secreto del amor duradero puede ser dormir separados. Y un largo etcétera de aportaciones que acaban en alabanzas a la soltería, el poliamor o lo que sea que suponga una alternativa a las relaciones profundas, exclusivas y duraderas.

Cuarto motivo: es deliciosamente chestertoniana. En el sentido de esta célebre frase del genio londinense: «Cuando alguien deja de creer en Dios, cree en otra cualquier cosa». Ahí la tenemos, haciéndose eco entusiasmada del «divorcio astral», esto es «la práctica consistente en cortar los vínculos que te unen a tu expareja energéticamente, para poder dar la relación por finalizada en los registros akáshicos […] y estar así energéticamente libre para salir con otra persona». Qué clarividente, Chesterton; dice Marita: «Cada vez son más quienes recurren a un cierre espiritual para poder avanzar»; y aunque ella «arquee la ceja» ante tamaño dislate, compra, porque hay que hacer «lo que haga falta con tal de cortar los vínculos del pasado y estar preparada para una nueva relación». Compromiso no, por Dios: estar en relación fija discontinua es lo último. Tarotistas y mercachifles, los que quieras; a quien no va a preguntar seguro Marita es a un/una normie. Hoy en día el buen sentido no tiene buena prensa ni apenas artista que le cante.

Quinto motivo: es una especie de portavoz del individualismo expresivo, una cultura imperante que nos está segando las piernas; un yoísmo exacerbado por las tecnologías en boga. El mal cursa en un ensimismamiento logorreico de pronóstico más que reservado; pero hay que agradecerle a ella que sea tan explícita al personificarlo, para que otros puedan escarmentar en cabeza ajena. Dejo algunas de sus declaraciones más jugosas:

    • «Nunca hay que renunciar a ser como eres»
    • «Soy superegocéntrica»
    • «He estado enganchada a Tinder»
    • «Mi soltería perenne se gestó en la infancia»
    • «El príncipe azul no existe, yo siempre elijo a los sapos […] hombres casados, solteros con compromiso o geranios con testosterona» (sic).
    • «No hay un final feliz en mi caso»

Sexto motivo: es una activista incansable del movimiento «la infidelidad es buena». Sus declaraciones a este respecto son innumerables, y perfectamente coherentes con su autobiografía: «He sido la otra […] Hay que llevar con orgullo los cuernos». Lo cual me recuerda que hay pocas fuentes más fértiles para los articulistas que la disonancia cognitiva. En Marita, la cosa alcanza la categoría de obsesión. Sobre el tema de los cornudos cool ya escribí otro artículo, así es que no me extenderé sobre el tema. Tan sólo un titular más entre los muchos que firma ella: Por qué las cenas de empresa son un imán para las infidelidades.

Séptimo y último motivo: es un ejemplo exuberante de la cultura de la impotencia. No es culpa suya, por supuesto, porque así hemos hecho a su generación y a las siguientes: deterministas y amedrentadas. Sólo así se explica que hoy haya tanta gente que cree, ahora que el mundo es fácil como casi nunca, que «la sociedad» la fuerza a todo. Tómese este artículo suyo como muestra, Así se empeña la sociedad en que te quedes con el pretendiente menos agraciado (traducción: al feo no lo eliges tú, te lo encasquetan a medias el capitalismo y el patriarcado). Contiene perlas de este calibre: «La idea de que las mujeres se enamoren de los menos agraciados construye un imaginario popular cuyas bases han sido asentadas». Lo que arruina muchos de sus razonamientos son un esquema cerrado de lógica supuestamente feminista, nada extraño para quien declara, en cuanto a su libro rebosante de misandria, que «todos los hombres se tienen que sentir aludidos por él […] verán que no somos tontas como ellos creen». Cuando el recurso a «todo» y «siempre» se desmadra, cuanto se dice es falso; a ella le pasa lo que Paul Watzlawick decía en su célebre El arte de amargarse la vida: que cuando sólo tienes un martillo, todo lo que ves adquiere el irresistible aspecto de un clavo. A esto ello lo llamará ella mansplaining, por supuesto; no hay escapatoria a los argumentos circulares.

Esto que he recogido es sólo una muestra del rico corpus alonsiano, que, fuera de los desmanes amorosos y de las pamplinas del lifestyle, tiene entrevistas bien trenzadas y enjundiosas. Conste, para terminar, que me parece fenomenal que cada cual escriba de lo que dé la gana y en el mismísimo sentido que le dé la gana. De hecho, a mí también me gusta hacer otro tanto; por favor y gracias.

David Cerdá
Soy economista y doctor en filosofía; consultor en gestión, innovación y personas, conferenciante y profesor en escuelas de negocio. Escribo (con Ética para valientes, 2022, serán siete 'hijos') y traduzco (más de una veintena de títulos: Shakespeare, Rilke, Deneen, Furedi, Tocqueville, Stevenson, Lewis, Ahmari y McIntyre entre otros). Más información en dcerda.com