Los años 80 tienen un sabor especial. La Guerra Fría terminaba, el Muro de Berlín era derribado, varios de los países de Hispanoamérica ponían sus economías en orden y, allá en el lejano Japón, arrancaba el boom de las consolas de video juegos, entre ellas, Street Fighter y Mario Bros. Para quienes vivimos nuestra infancia en esa época, los videojuegos de Mario Bros representaron diversión, conversaciones y hasta peleas con los primos o amigos del barrio.

En 1993, Mario Bros llegó a la pantalla grande. Los actores Bob Hoskins y John Leguizamo fueron los encargados de interpretar al regordete fontanero y a su hermano Luigi. Irónicamente, desde ahí salió uno de los ataques más furibundos contra la nueva versión de la película, pues John Leguizamo acusó a Illumination, la productora que desarrolló el nuevo filme, de ser poco inclusiva, sus palabras fueron: «Vamos hacia atrás. Esto es des-inclusivo».

Pero Leguizamo no fue el único en atacar al personaje de ficción. Varias organizaciones ligadas a la agenda woke llamaron a boicotear la película. Sus palabras fueron las ya acostumbradas: «patriarcado», «racismo» y «discriminación», mucha razón tiene Axel Kaizer en llamarlos nuevos inquisidores.

Shigeru Miyamoto, creador del icónico personaje, estuvo detrás de toda la producción. De hecho, suscribió un contrato donde se garantizaba que no se cambiaría la esencia de ningún personaje. Es decir, Mario seguiría siendo italiano y trabajaría de plomero en Brooklyn; Luigi sería su hermano, además, ninguna parte de la historia sería adaptada para complacer a los caprichos de los lobbies LGTB o de las pandillas feministas.

La fórmula funcionó, pues Super Mario Bros, la película está camino a romper varios récords de taquilla. Por ejemplo, en sus primeras dos semanas en cartelera, recaudó 900 millones de dólares. No obstante, aparte del éxito financiero, ¿la película nos puede mostrar algo más? Yo creo que sí, veamos.

Por lo menos desde finales de los años 90, quizás antes, la izquierda está intentando instalar una dictadura woke en todo Occidente. Esto se muestra en la cancelación que hacen en todos los frentes contra los conservadores; en el uso de la Teoría Crítica de la Raza (CRT) como reinterpretación histórica base del supremacismo socialista negro o indigenista; en la ideología de género, y en los actos vandálicos contra cualquier simbología cristiana, todos hemos sido testigos de los destrozos ocasionados por las maras del pañuelo verde a varias catedrales en Hispanoamérica.

Sin embargo, muchos padres se cansaron, nos cansamos, de que los radicales de izquierda estén adoctrinando a los niños para odiar a sus progenitores, renegar contra el éxito y atacar los valores cristianos. En varias partes del globo ya se ven diferentes reacciones. Santiago Abascal, Donald Trump, Giorgia Meloni o Javier Milei son lideratos emergentes que reflejan el cansancio de la sociedad con toda la imposición de la agenda progresista.

¿La gente se derechizó? Si amar a tu familia, preocuparte por la estabilidad de tu economía en el largo plazo, defender la libertad, proteger a tus hijos de un montón de degenerados, además, recuperar el sentido común son muestras de una derechización de la sociedad, bueno, bienvenida la derecha. Pues yo prefiero vivir en una nación sostenida en la libertad, los lazos familiares, la democracia y el emprendimiento. Yo elijo la civilización, no la barbarie progresista.