No deja de sorprenderme el nivel de la derecha española ―así nos pasa todo lo que nos pasa, y nos comemos lo que nos comemos― que no es capaz de diferenciar entre Inglaterra, Reino Unido (de Gran Bretaña e Irlanda del Norte) y la propia Gran Bretaña. Así, es prácticamente imposible que sea una derecha anglófila, cuando gran parte de las portadas periodísticas la titulaban como reinante de una entidad política que como reino desapareció en 1707. Mi querida María Durán me dice que Reina del Reino Unido suena muy mal. Debe ser que en la amplitud de los grados y antiguas licenciaturas de periodismo todo lo que te enseñan es a no hacer cacofonías y sus derivadas ―otra carrera que debería desaparecer de nuestro depauperado sistema universitario español. Lo de que Isabel II del Reino Unido muriese en Escocia y que sus primerias exequias fuesen a ser allí es uno de los hechos que a la prensa española de la supuesta derecha les parece irrelevante.

Entre todas esas inexactitudes e imprecisiones, incluida la de la Comunidad de Madrid que en nota de prensa oficial mezclaba el supuesto reino de Inglaterra con «los colores de la bandera de Reino Unido», nos permite explicarnos el empalagoso laudatio que han procesado a una señora que sólo visitó España por primera y única vez en 1988. Nunca tuvo España como una de sus buenas prioridades ni afectos, sino todo lo contrario. Tendríamos que haber estado aprovechando la debilidad de la política del Reino Unido (por todo el caso Boris Johnson) para reclamar nuestros derechos sobre Gibraltar, y en vez de eso le hacen el enésimo lavado de cara a la monarquía británica, incluidos aquellos de la izquierda española que se dedican a denostar y vilipendiar nuestra propia monarquía, muchas veces sin sentido ninguno más que su rencor y fanatismo por la Leyenda Negra. En la abrumadora campaña de lustrado, tampoco se cuenta la relación de la monarquía británica con la masonería, a través del duque de Kent, primo de la fallecida.

Ni cuentan ni explican que la británica, en sus más de 300 años de existencia (con los vaivenes de adhesión y pérdida de más de media Irlanda), ha sido una monarquía especialmente esclavista y negrera, con un imperio colonial con territorios administrados de segundo rango, muy al contrario que la nuestra que dotó de derechos a sus ciudadanos y de administraciones propias a la vez que fundaba universidades en sus territorios de ultramar. El enriquecimiento con las acciones de sus negreros ―por llamar a las cosas por su nombre― es algo que se puede constatar en sus muchos museos como el Kelvingrove Art Gallery & Museum en Glasgow (Escocia), visita que recomiendo a todos aquéllos que la llaman Reina de Inglaterra (Queen of England) como si fuesen separatistas escoceses. De las pocas críticas que la derecha española escrita le ha hecho a la fallecida Isabel II ―que en paz descanse―, en un periódico online que presume de libertad, ha sido este domingo 11 de septiembre para reprocharle que no parase el referéndum del Brexit. Tócate las narices.