En el examen final pido a los alumnos con sobresaliente que escriban una reflexión: «¿Qué has aprendido este curso en Filosofía?». Hay dos tipos de alumnos: los que dicen que han aprendido mucho y los que dicen la verdad. Una chica dice que no le apasiona la asignatura, pero que es «tolerable». Otra dice que antes de empezar pensaba que iba a ser casi todo de estudiar de memoria… y así ha sido.
Hace poco alguien me preguntaba qué es lo que más me gusta de dar clase. Creo que hay un momento mágico. Explicas algo, lo entienden y haces una pregunta que va más allá. Se levantan las manos, se abren los ojos y escuchas: «Yo lo sé, yo lo sé». Por ejemplo, cuando hablamos sobre transhumanismo, se me ocurre preguntar: «¿Por qué un cristiano no quiere buscar la inmortalidad a través de la ciencia?». Se levantan muchas manos. «Porque Jesús murió en la cruz». Sí pero no. «Porque Dios ha muerto por nosotros». Tiene que ver, pero no exactamente. A ver, una pista, completad la frase que diría un cristiano: «Yo no quiero buscar la inmortalidad porque…». De repente ves que a una chica se le ilumina la cara, abre los ojos y levanta mucho la mano. Sabes que lo sabe pero esperas un poco, todavía preguntas a un par más. Y por fin dices: «A ver, Juana». Un cristiano no quiere buscar la inmortalidad porque… Ella responde radiante: «Porque ya somos inmortales». Eso es. Un cristiano no quiere buscar la inmortalidad porque ya es inmortal.
Es un momento de gracia. Van aproximándose a la respuesta pero no terminan de caer. Y finalmente dan con la solución. Ese es mi momento favorito dentro del aula. Tampoco sucede todos los días, pero puedes propiciarlo de vez en cuando. Por ejemplo, cuando hablamos sobre escepticismo: «Para un escéptico no existe la verdad. ¿Qué le diríais a alguien que te dice que no existe la verdad?». Un chico dice enseguida: «Pues que eso que me está diciendo será verdad para él, ¿no? Pero se supone que la verdad no existe… ¿entonces en qué quedamos?». Tú le das la razón y percibes que al chaval que se le hincha el pecho de orgullo. Luego repites la pregunta y la respuesta para que se entere toda la clase. Pero el que ha encontrado la respuesta no se va a olvidar.
Este año ha sido mucho mejor que el anterior. Supongo que porque es el segundo. Al principio siempre estás más perdido. La cosa es no apalancarse. Añadir ejemplos, buscar historias, encontrar temas y libros que puedan aportar. También me parece importante no bajar el listón. Varios alumnos comentan en su reflexión que les ha gustado mucho El hombre en busca de sentido. Por lo que explican se han enterado, no lo dicen por hacer la pelota. Siempre puedes bajar el nivel de exigencia, pero compensa tratar a los alumnos como gente madura, inteligente y responsable. Algunos quizás fallen. Pero así les das la oportunidad de comportarse como adultos.
Por último, varios comentan que les ha gustado el último tema sobre afectividad y sexualidad. Creo que, a pesar de que pueda ser polémico, compensa dar argumentos a los pocos que no piensan lo que manda la sociedad y ofrecer un discurso alternativo a los demás. Uno me decía en clase: «Pero esto es lo contrario de lo que nos dice la sociedad». Claro, chaval. Por eso te lo estoy contando.