Despedimos el año con el ánimo peor que el anterior y no hay pocos motivos. Empezamos 2021 viendo el Capitolio de los Estados Unidos asaltado por fanáticos disfrazados y enfrentamientos en los pasillos del edificio que acabaron con varios muertos. A ese espectáculo lamentable le ha seguido la actitud errática del considerado nuevo líder del mundo libre. No es de extrañar que todos sus enemigos declarados, de Xi Jinping a Putin, hayan visto la ocasión perfecta para tomar Occidente, como Tariq viendo los conflictos internos del reino visigodo. Cada día que pasa estamos más cerca del lema del Foro Económico Mundial: «No tendrás nada y serás feliz», que no es más que un nuevo proyecto de internacionalismo comunista, un 1984 global llevado a la práctica donde los ciudadanos solo somos números sometidos a los designios del tirano de turno y de sus élites corruptas siempre en nombre de supuestas causas nobles como el cuidado del medio ambiente, la paz en el mundo o la igualdad.

Desde el 11 de septiembre de 2001 el mundo es una nube de polvo y escombros, con las torres se cayeron las ganas de luchar por la libertad. La izquierda antioccidental decidió que era el momento idóneo para trasladar a la población aterrorizada que merecemos todo lo malo que nos pasa por los errores cometidos desde el comienzo de la Edad Moderna.

Y en eso están los programas de televisión, series y películas; bombardean diariamente las cabezas de los occidentales para convencerles de que ser blancos es suficiente para no tener derechos. No entendemos cuánto costó llega hasta aquí ni la incompatibilidad del islam y otras culturas con una democracia básica. No les importa que los principales afectados sean personas normales de clase media cuya batalla principal es poner el pan cada día en la mesa, nuestras calles están llenas de sumisión en honor a la multiculturalidad y el respeto a la ley se considera una afrenta. Me Too, Black Lives Matter, aborto, eutanasia… toda la vida gira en torno a la segregación «buena», a los bandos de buenos y malos, a la destrucción del Estado de derecho y la igualdad ante la ley. El culto a la muerte es la nueva religión, estamos a dos días de celebrar los cuerpos cayendo en el World Trade Center.

Desde el 11 de marzo de 2004 España es una estación bombardeada. Ese día, lejos de provocar una reacción nacional contra los bárbaros y una incasable búsqueda de la verdad, el PSOE, los medios y el artisteo iniciaron la mayor campaña de agitprop desde la II República para convertir a los verdugos en víctimas y viceversa.

Esa vil propaganda dura hasta estos días. Es más, la única celebración multitudinaria permitida la nochevieja de 2021 entre numerosas restricciones por el covid19 es un homenaje de la izquierda abertzale a Parot, el mayor asesino de ETA; tan repugnante como si se manifestaran a favor de los terroristas que esa maldita mañana de marzo acabaron con la vida de 200 personas y de sus familiares para facilitar la victoria a Zapatero. No hay mayor evidencia del triunfo de los enemigos de la libertad.

Al mismo tiempo, y después de asaltar todas las instituciones que deben ser independientes, Pedro Sánchez ha despedido el año censurando medios de comunicación en las ruedas de prensa, los pocos independientes que quedan, mientras media profesión calla y la otra aplaude la cacicada con entusiasmo.

La sociedad española sigue en Atocha, sangrando en un vagón con la mandíbula caída, inmóvil mientras todo a su alrededor es caos, descomposición, llanto y desesperanza.

Ahora que los hispanófobos convencidos quieren prohibir el término «Reconquista» por romántico, hay que vindicar aún más el hito que supuso la toma de Granada. Precisamente es en el Romanticismo cuando nace la idea de que el Al-Ándalus fue un paraíso terrenal de tres culturas y se deja en el olvido las monjas violadas y las cristianas raptadas, los mártires de Córdoba, las cadenas que cuelgan en la fachada del Monasterio de San Juan de Reyes de Toledo de esclavos liberados por los cristianos, el sometimiento de los dhimmis, la destrucción de Medina Azahara, la persecución de Maimónides y Averroes por querer llevar la cultura clásica al islam, etc.

Es decir, la época andalusí no difiere mucho de la actual en los países musulmanes, pero el día 2 de enero habrá en la Plaza del Carmen de Granada autoproclamados progresistas, feministas, inclusivos LGTBI y demócratas pidiendo la imposición del burka, la sharía, el ahorcamiento de homosexuales y la persecución enfermiza de infieles en España. Hasta este punto llega el odio enfermizo a nuestra cultura.

Porque Occidente no nació en la toma de la Bastilla, sino el día que Isabel y Fernando entraron a caballo en La Alhambra con la cruz guiando a los cristianos. Ese 2 de enero de 1492 fue el comienzo del mayor periodo de luz para el mundo; la civilización griega y romana se transformarían en civilización hispana, en humanismo renacentista, en los derechos humanos del padre Vitoria y la Escuela de Salamanca y los conocimientos científicos de los novatores y la Escuela Universalista Española a pesar del reaccionarismo de los más papistas y de una inquisición que en realidad fue el tribunal más benévolo de su época.

BECAES
Gaditano hispanófilo. Investigador autodidacta. Divulgador cultural y de la historia de España en RRSS y digitales. Batallador infatigable contra la Leyenda Negra y la hispanofobia. Liberal por la gracia de la razón.