Con el objetivo de comprender mejor las claves del actual conflicto entre los gobiernos rusos y ucraniano creo importante conocer cómo está configurado el mapa religioso del campo de agramante en el que han convertido ese lugar de nuestra casa común. Haciendo una breve búsqueda por el sexto continente, encontramos que uno de los significados toponímicos de Ucrania, atendiendo a la etimología, es «tierra fronteriza», y así podríamos calificarla también desde el punto de vista de la fe cristiana: vecina de la católica Polonia y germen de la ortodoxia rusa.

La historia de Ucrania, como la de todos los países europeos, ha transcurrido paralelamente al devenir de las confesiones que han ido arraigando en su población a lo largo de los siglos. Sus orígenes cristianos se remontan al Rus de Kiev, la primera organización política eslava relevante que data de los siglos IX-XI y en la que podemos incluir lo que hoy conocemos como la Rusia occidental. En ese contexto, el rey Vladimiro el grande (980-1015), cuya heráldica es la base del actual escudo de Ucrania, se convierte al cristianismo y es bautizado, dejando atrás la idolatría pagana dominante. Años después, en 1054, esta incipiente comunidad cristiana formaría parte del cisma de oriente y occidente alentado por Focio, dos siglos antes y que llevó a término Miguel Cerulario, acontecimiento debido a múltiples causas que podremos analizar en otra ocasión.

Durante siglos, la Iglesia Ortodoxa ucraniana (IOU) ha estado vinculada y bajo la autoridad del Patriarcado de Moscú (IOR). Hasta que, en 2014, paralelamente a lo sucedido en la península de Crimea y la región de Donbass, comenzó la desvinculación, culminando con la firma por parte del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, como primus inter pares, de un decreto en 2019 que otorgaba la independencia a la IOU (iglesia local y autocéfala) respecto a la IOR. Un hecho que ha generado un profundo malestar en la sede moscovita, que siempre ha considerado Kiev la iglesia madre de Rusia, por los anteriores motivos históricos.

En lo referido al resto de minorías religiosas presentes destaca la Iglesia Greco-Católica de Ucrania, de rito bizantino, con casi cinco millones de fieles. Descritos despectivamente por los ortodoxos como «uniatas», al haber sido considerados traidores por estar bajo jurisdicción y unidos a la sede de Pedro. Su primado actual, el Arzobispo Mayor Sviatoslav Shevchuk está ejerciendo una labor clara de denuncia ante la invasión rusa y de petición de unidad en lo fundamental: «Vemos que, ante la muerte y ante la fuerza militar brutal, desaparecen todas las divisiones o incomprensiones eclesiales y todos nos unimos en el nombre de Dios por el bien del ser humano».

Desde la oración pedimos que cuanto antes se anteponga el bien común de la sociedad ucraniana a los intereses globalistas de la OTAN y una Unión Europea desnortadas y los de Putin, trufados de un necio patrioterismo expansionista, que no patriotismo; contraviniendo ambos la ley de Dios y el respeto a la dignidad humana.