Mientras buena parte de Europa constata un estancamiento en sus mercados editoriales, la Península Ibérica vive una primavera particular. España y Portugal, con crecimientos del 4% y del 9% en el primer semestre de 2025, han conseguido mantener el pulso lector en un tiempo en que las pantallas parecen devorarlo todo.
En España, la facturación entre enero y junio alcanzó los 586 millones de euros, frente a los 562 millones del año pasado. Si la tendencia se mantiene, el ejercicio cerrará superando los 1.200 millones de euros. Cifras positivas, después de un 2024 con incrementos cercanos al 10%.
El calendario ibérico está marcado por fiestas que trascienden lo puramente comercial. Sant Jordi, que convierte cada abril las calles catalanas en un mar de rosas y libros, volvió a batir récords de facturación este año. Después, la Feria del Libro de Madrid. En Lisboa, la Feira do Livro tiñe de literatura el Parque Eduardo VII y convierte la ciudad en una cita obligada para lectores y editoriales. Son celebraciones en las que los libros se compran, sí, pero sobre todo se viven: pasear entre casetas, descubrir a un autor, regalar un volumen dedicado…
También el detalle de las lecturas habla por sí mismo: la ficción crece más de un 8% en España, la literatura infantil y juvenil supera el 9%, y en Portugal la novela histórica y las editoriales independientes ganan terreno. Frente a la caída de la no ficción, parece claro que el lector busca historias que lo arranquen de la rutina y lo devuelvan a un espacio propio, íntimo.
Las librerías, lejos de ser eclipsadas por el comercio digital, se reivindican como lugares de encuentro. En España concentran un 43% de las ventas. En Portugal siguen siendo el corazón del mercado. El consejo del librero, la firma de un autor, la presentación de un poemario: todo eso, a veces, pesa más que un clic.
Que Iberia sea un oasis en el panorama editorial europeo es un dato de mercado, sí, y también una muesta de que la lectura mantiene aquí un lugar central en la vida cotidiana, capaz de mantener el pulso en un entorno dominado por pantallas. El libro es todavía un refugio.


