Hace muchos años que el cambio de tiempo litúrgico dejó de ser noticia en los medios de comunicación. Con ello, no sólo se ha ahondado más en el abandono de lo que hoy constituye nuestra ética y aquellos aspectos que han forjado nuestra civilización como pueblo católico que «de manera innata» somos, sino que se ha ido avanzando hacia cierto regocijo de ocultar las fiestas cristianas, su verdadero significado, su mensaje o incluso —y de manera más incomprensible y absurda en la actualidad—, se ha ido ensanchando la idea de que se puede modificar el nombre propio de la Navidad.

La Agencia EFE, primera agencia de noticias en español, distribuyó en 2023 casi tres millones de noticias a más de 2.500 clientes en los diferentes soportes informativos (texto, fotografía, audio y video). Bajo estas cifras, es de sobra conocido que pocas o muy pocas noticias —sería interesante cuadrar todos los números disponibles— desarrollaron o al menos hicieron alusión al latido real y litúrgico de los cristianos en España. No obstante, frente a este tupido velo que se extiende cada vez más entre la prensa de nuestro país, las cifras que se publican llegadas estas fechas por la Conferencia Episcopal Española (las últimas son referidas al año 2022) denuncian que cada vez son más los españoles los que viven la realidad de la Iglesia y que por lo tanto, se preparan estos días para recibir la noticia más grande del año (y de la humanidad). La pregunta es: ¿Por qué los medios dejaron de anunciar la única noticia que merece la pena contar?

La realidad manifiesta que en España se volvió a incrementar el número de bautizos (9.418 más), confirmaciones (1.016 más), matrimonios (9.491 más) y unciones de enfermos (743 más). Los sacerdotes dedicaron más de 27.430.000 horas en su labor en las parroquias, se contabilizan en 10.147 los misioneros y en 463 las familias en misión que anuncian la fe en los 1.122 territorios por los cinco continentes. Desde el ámbito educativo —y a pesar del marco legal que les asfixia—, se cifró en 1.502.868 los alumnos que estudian en los 2.536 centros educativos católicos de España y en cifras económicas, por ejemplo, la Iglesia llegó a destinar 72.000.000 de euros a actividades como mitigar la pobreza o promocionar el empleo, 17 millones más que el año anterior.

Sin embargo, este marco creciente rompe con lo expresado hace una semana por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En este sentido, de manera incongruente, se han publicado los resultados de los sondeos sobre la felicidad en nuestro país y entre ellos, figuran como menos felices los votantes de la derecha y los católicos practicantes. Por el contrario, los más felices, aquellos españoles que votan al Partido Socialista y que son ateos. Dicho esto, y parafraseando a Julián Marías, ¿en qué momento hay quién se encuentra inquieto, agredido, no por una tesis distinta u opuesta, sino por la realidad misma? Hoy en España hay muchos que defienden lo que saben que no es verdad. Se preguntaba el vallisoletano: «¿Cómo puede ser uno enemigo de la realidad?».

En los próximos días conoceremos la actualización de estas cifras (las referidas al año 2023) y podremos seguir preguntándonos de igual modo por qué se persiste en no contar una verdad tan maravillosa como que Cristo viene, que Cristo existe. En tiempos de guerra, ¿quién rechazaría la mayor esperanza? Anímense a combatir el frío de la calle y el silencio de los medios para dar noticia al tiempo litúrgico más alegre de todos. Llega el Adviento, y debe ser titular.