El próximo domingo 19 de diciembre tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. Los dos candidatos que se disputarán la presidencia del país son José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, y Gabriel Boric, candidato por la plataforma Apruebo Dignidad. En la primera vuelta, José Antonio Kast resultó vencedor con el 27,9% de los votos, consiguiendo el comunista Gabriel Boric el 25,5% de los sufragios.

Tras la primera vuelta de los comicios, los medios de comunicación españoles lanzaron contra Kast el habitual rosario de insultos que lanzan contra todo aquel que no predica los dogmas de lo políticamente correcto. Desde «extrema derecha» hasta «heredero de Pinochet», pasando por «fascista», han sido algunos de los epítetos que le han dedicado al político chileno.

Lejos de lo que se ha contado de él, Kast representa una derecha clásica, entroncada dentro de la corriente liberal-conservadora y muy alejada de otros partidos de la alt right de corte populista e intervencionista. De hecho, su propio estilo personal es sosegado y calmado, muy distinto a otros líderes como Donald Trump o Jair Bolsonaro.

En el terreno económico, Kast propone una verdadera revolución liberal. El candidato republicano es partidario de reducir al mínimo el papel del Estado en la economía, recortando el gasto público y llevando a cabo una drástica reducción de impuestos. Al mismo tiempo, quiere profundizar en el sistema de capitalización de pensiones, rechazando el sistema de reparto. Si Kast se hace con el gobierno, impulsará una reforma laboral que permitirá flexibilizar el mercado de trabajo, favoreciendo así la creación de empleo.

En cuestiones morales, Kast es un hombre conservador. Es un ferviente defensor de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; es contrario a la ideología de género y rechaza la inmigración masiva. Como se puede ver, no hace falta ser un experto en ciencia política para saber que lo que representa Kast no puede estar más alejado de lo que es el fascismo. Muy al contrario, no defiende nada que no hayan defendido los partidos de la derecha clásica en los países occidentales.

Para los sacerdotes de lo políticamente correcto, Kast es un peligroso extremista por ser contrario al matrimonio entre homosexuales. Pues bien, tampoco en esto tiene una postura distinta a la que han mantenido otros partidos catalogados como moderados. Sin ir más lejos, Angela Merkel votó en contra de la legalización del matrimonio homosexual en 2017. La misma Merkel que hoy es un referente para la izquierda patria.

Por si el programa de Kast no fuese suficientemente atractivo, el peligro que supone la candidatura encabezada por Boric hace todavía más deseable la victoria del líder conservador. El candidato izquierdista, Gabriel Boric, es una seria amenaza para un Chile que todavía está a tiempo de volver a ser un oasis de libertad en Iberoamérica. Boric es el candidato de la coalición izquierdista Apruebo Dignidad, de la que forma parte el Partido Comunista de Chile, además de otros partidos extremistas. Si bien Boric ha intentado dar una falsa imagen de moderación en esta segunda vuelta, sus socios comunistas han reiterado públicamente su compromiso con los regímenes de Cuba y Venezuela. Con esos aliados, parece evidente que de llegar al poder, Boric intentaría un acercamiento a los gobiernos de Cuba y Venezuela, convirtiéndose en el nuevo lacayo de Maduro.

Los chilenos no pueden llevarse a engaño. La falsa moderación fue la estrategia utilizada por Chávez en los 90 para llegar a la presidencia de Venezuela. El eterno lobo con piel de cordero.

La victoria de Kast puede suponer un halo de esperanza en ese pozo de penumbra en que se ha convertido Iberooamérica. Un rayo de luz entre tanta oscuridad. Está llamado a evitar que Chile caiga en las manos del Grupo de Puebla, convirtiendo al país en el dique de contención del totalitarismo izquierdista que inunda Hispanoamérica. Es una tarea titánica, pero necesaria. Y nadie mejor que Kast para llevarla a cabo.