Si la oposición política ha sido convertida en anatema por el Gobierno y si las entidades de la sociedad civil han quedado desautorizadas por sus propios miembros para ejercer esa labor de oposición al Estado, queda responder al interrogante de cómo fiscalizar al poder político en la época posliberal.
Maquiavelo nos advertía que los resultados de la acción política dependen en un cincuenta por ciento del azar, por tanto, no seré yo quien niegue la posibilidad de que la buena fortuna nos sirva unas elecciones que reconduzcan la presente situación ya revolucionaria. Los amigos me recuerdan los casos de Argentina o el El Salvador, aunque yo les contesto que mientras esa posibilidad se consuma, los países mueren esperando a Godot. Véase el caso de Francia.
Sea como fuere, con independencia de que el juego electoral haga posible un cambio, cuando hoy hasta la modesta «libertad liberal» que tuvo la ilusión de que supervisaba al Estado es un mero recuerdo de tiempos mejores, lo imprescindible para la supervivencia de la libertad no consiste en la voluntariosa pretensión de conquistar el Estado y hacerlo retroceder de sus posiciones ya conquistadas, sino en cómo organizar una oposición no impotente.
En este sentido, que una amplísima parte de la población crea que el Estado Total ha consumado la utopía y no quiera retornar a la «libertad liberal», considerando que el bienestar del que disfrutan es insuperable; explica la impopularidad electoral del liberalismo como alternativa de Gobierno, desde el momento en que un porcentaje significativo de los ciudadanos prefieren ser sumisos con el Estado Total antes que libres con el Estado Liberal.
Que la gente viva feliz en la servidumbre hasta el punto de consentir cualquier aberración moral del Gobierno mientras les mantenga en su «zona de confort», nos demuestra que prestar más atención a la oposición que a la toma del Poder no es un pasatiempo de diletantes porque la ineficacia de los órganos que deben rechazar los abusos del Estado ha sido y sigue siendo la mejor vitamina para éste y el peor veneno para la libertad.
Por eso una oposición útil no es sólo una cuestión política, sino que actúa como esperanza de que la catástrofe se evite o se sepa manejar.
Mientras llega o no llega el dizque poder representativo, la oposición es la garantía de la libertad.