La Iglesia ha canonizado al arzobispo católico armenio Ignatius Shukralah Maloyan, mártir del Genocidio Armenio cuya historia mencioné en El Genocidio Armenio, y a quien José Luis Orella le dedicó un pequeño libro en Ediciones Encuentro.

El siglo XX, el más brutal de la historia, fue pródigo en testigos de Cristo como ya mostró Andrea Riccardi en El siglo de los mártires. Los cristianos en el siglo XX. En España sabemos mucho de cómo sufrió la Iglesia en ese tiempo.

Los armenios fueron la primera nación en convertirse al cristianismo (año 301) y su historia ha estado estrechamente unida a la cruz, a través de la cual puede trazarse todas las letras del alfabeto inventado por el monje Meshrop Mashtots.

Armenia y España comparten, pues, esa doble condición de naciones enraizadas en el cristianismo y abrazadas a la cruz en la modernidad. El Genocidio Armenio marcó el camino para los restantes genocidios del siglo XX y algunas de las prácticas que sufrieron los armenios —el asesinato en masa en lugares alejados de sus sitios de residencia, las órdenes secretas, la utilización de fuerzas irregulares— presagian lo que vendría después: las fosas comunes, las instrucciones verbales de matar y torturar, los milicianos como apoyo de las fuerzas regulares.

Esta canonización, pues, nos brinda la posibilidad de rezar, una vez más, por los cristianos de todo el mundo que sufren hoy martirio en tantos lugares.