Lo nuevo de Alauda Ruiz de Azúa vuelve a consolidarla como uno de los mejores directores del cine español contemporáneo con su doble visión del discernimiento vocacional: a través de los ojos de fe del creyente y por medio del negacionismo del incrédulo. La historia que relata en Los domingos encaja a la perfección en el molde actual de la sociedad española: una familia de educación católica pero en la que la semilla religiosa no echó raíces recibe con impacto y estupefacción la noticia de que uno de sus miembros, la diecisieteañera Ainara (Blanca Soroa), está valorando entrar como postulante en un convento de monjas de clausura.
El tempo de Los domingos es clave: plasma bien los tiempos de este discernimiento, los cuales pueden durar meses y años, en los que se vislumbran bien las dudas y meditaciones sobre qué es lo que pide Dios a la adolescente. Simultáneamente, exhibe con acierto las distintas reacciones de familiares y amigos, especialmente de personajes como su padre, la abuela, su tío Pablo y, notablemente, su tía Maite. Alauda, casi cual investigadora de un fenómeno invisible a los ojos, pone encima de la mesa la perspectiva de la joven crédula (su entusiasmo y sus interrogantes) y la cosmovisión del ateo, su tía Maite (su incomprensión y su modo especial de ayudar que es, claro está, hacerle entrar en su razón: la razón del mundo). A partir de aquí, la pelota, cual partido de tenis, irá de un lugar a otro del campo de juego. Porque… ¿Quién es realmente el protagonista de Los domingos?
La directora-guionista firma un guion brillante en el que se nota el previo trabajo de campo y conversaciones a ambos lados de la pista para mostrar la realidad actual. Por un lado, hay cierta profundidad teológica en las conversaciones de Ainara con sus acompañantes espirituales en su proceso de discernimiento: el padre Chema (por fin un sacerdote arquetipo en el cine español reciente) y la madre Isabel (otra estupenda interpretación de Nagore Aramburu). Sus intervenciones son las que cualquiera podría escuchar en un colegio de ideario cristiano o en un diálogo sacerdote-laico. No hay intención de ridiculizar ni hacer caricaturizaciones.
Por otro lado, los intercambios de opinión entre Ainara y los seglares (principalmente su tía Maite -Patricia López Arnaiz hace un papel de Goya, como Blanca y Nagore- y el ambiente escolar y de amistades en el que la protagonista se mueve) destacan por su marcado realismo: son fieles a la reacción natural y habitual de la mayoría de personas hoy en día ante la noticia de que un conocido desea entregar su vida a Dios. Rizando el rizo, que un laico con una vida interior estándar (participar en la Misa dominical, asistir a formación espiritual o darla y rezar de vez en cuando) interviniera en esta cascada de reacciones podría aportar aún más realismo a la trama.
Pero es que, además, Aluada lo filma con delicadeza, respeto a las partes y atención al detalle: las miradas desconcertantes, los lloros desconsolados, los gestos de enfado, la división, el ambiente tenso in crescendo… Se comprenden entonces a la perfección esas palabras de Jesucristo en el Evangelio: «Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres; se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra». Todo encaja perfectamente en esta historia que no dejará indiferente ni a los que ven el fenómeno religioso con indiferencia. Y es que, ante algo tan natural como la realidad sobrenatural, nos enfrentamos alguna vez en nuestra vida, seamos creyentes o no.
Sin duda, Alauda ha realizado no una de las mejores películas españolas de 2025 sino de la década. Y tiene todavía más mérito que una obra tan sutil sobre lo imperceptible a los sentidos la firme una, hasta donde sé, no creyente. Así se explicó en su aceptación de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián del pasado septiembre: «Si amo el cine es porque siempre me enseña que se puede mirar desde otro sitio, que se puede mirar distinto, que se puede intentar entender algo que es ajeno a ti. No creo que intentar entender algo signifique validarlo o legitimarlo, pero sí creo que vivimos en un mundo donde hay una certeza: siempre hay gente distinta a ti. Por eso merece la pena que el cine sea un espacio de encuentro, de reflexión y de debate. Muchas gracias porque me habéis devuelto la fe en ese espacio con este recibimiento».
De hecho, en varias entrevistas ha explicado la idea original de esta historia: con 18 años le impactó sobremanera que una chica cercana a ella decidiera abrazar la vocación religiosa: «Me llamó mucho la atención que alguien tomara esta decisión tan radical que yo viví como una renuncia a la vida». Se suma a otras personalidades famosas que también hablan en público de su creciente interés por lo metafísico como Rosalía y su nuevo disco Lux.
Aquella impresión inicial de extrañeza hacia esa chica que decidió recluirse de por vida lo traslada a la perfección en Los domingos: la de quien, viendo exclusivamente con los ojos del mundo, no alcanza a entender a quien ha vislumbrado con la mirada sobrenatural lo que Dios le pide. E, igualmente, representar con tino el balbuceo y la dificultad de delimitar con palabras la vivencia espiritual de quien se sabe amado por Dios. Aquí radica la maestría de la cineasta vasca: su equilibrio y proyección realista, lejos de lo grotesco, de dos mundos llamados a entenderse mutuamente.


