Hoy es 8 de diciembre. Los españoles hemos vuelto a las carreteras para disfrutar y evadirnos, a duras penas, de los problemas que nos crea el Frente Popular desde el gobierno de la nación. Celebramos la festividad como cualquier buen estado europeo aconfesional, sin mencionar el origen cristiano, el patronazgo, la devoción en este reino desde Wamba ni la orden que desde Carlos III condecora a las personas que han destacado por sus buenas acciones en beneficio del país y de la Corona.

España está hoy cercada por el comunismo narcoterrorista hispanoamericano y es muy posible que el caos generado por el Grupo de Puebla también se esté celebrado en Próximo Oriente, que ya cuenta con presencia en Venezuela de grupos terroristas como Hezbolá, y en Rusia, la jodida niña en el bautizo, novia en la boda y muerta en el entierro que va ganando terreno poco a poco gracias a la rendición voluntaria de Occidente.

La democracia española es hoy una fachada en ruinas. Instituciones que deberían garantizar el buen funcionamiento del Estado de Derecho como la Fiscalía y la Abogacía del Estado, medios como RTVe y EFE y otras empresas públicas, actúan de forma bochornosa para favorecer los intereses partidistas del Ejecutivo. Los jefes de prensa del PSOE y sus socios piden censurar en el Congreso a medios privados incómodos. El Gobierno y el principal partido de la oposición —hasta la fecha— se han repartido en los despachos los cargos del Tribunal Constitucional y del Tribunal de Cuentas. El Poder Judicial está permanente asechado y ya corre el runrún por algunos medios de que la politización total de su Consejo General se podría anunciar en breve.

Los líderes de la UE, lejos de poner el foco en este laboratorio marxista, están centrados en atacar de forma unilateral a Polonia y Hungría, los únicos bastiones que defienden sin complejos las fronteras de este viejo continente, exponiendo a sus soldados y levantando bien alta la cruz que nos hizo libres.

Lo que estos burócratas de Bruselas no ven porque consideran que lo que pasa en nuestro territorio no tiene repercusión más allá de los Pirineos es que, como a principios del siglo XX, España se ha podido convertir ya en el tablero de ajedrez que anticipe la batalla global que puede dar jaque mate al mundo libre.

La UE va camino de conseguir que hasta los ateos acabemos rogando a María para que las mentes perversas de las que dependen nuestras vidas y las de las próximas generaciones sean apartadas antes de que no haya punto de retorno en los conflictos entre los países miembros. Un Empel con victoria final en esta nueva guerra para los que defienden los valores que nos han hecho ser la región del mundo más próspera y segura para mujeres, homosexuales, negros… y todos los colectivizados sometidos por nuestros enemigos históricos.

Este día de la Inmaculada convendría preguntarnos qué queremos ser de mayor: la Europa fuerte, fruto de los valores cristianos, la que luce la corona duodecastelada de María, o la estrellada, endeudada, fracasada, relativista y nihilista de la deeply concernida Ursula von der Leyen y el resto de los políticos de tres al cuarto decididos a destruir el proyecto común.

BECAES
Gaditano hispanófilo. Investigador autodidacta. Divulgador cultural y de la historia de España en RRSS y digitales. Batallador infatigable contra la Leyenda Negra y la hispanofobia. Liberal por la gracia de la razón.