El próximo 10 de abril, Francia está llamada a celebrar unas nuevas elecciones presidenciales para renovar la jefatura del Estado. Así, el país galo se encuentra ante una oportunidad histórica para deshacerse de una de las mayores estafas políticas que ha conocido Europa en los últimos años: Emmanuel Macron.

Macron, que en 2017 llegó al poder envuelto en la bandera del centrismo y de un falso liberalismo, ha gobernado durante esta legislatura con la tranquilidad de no tener un rival potente. La izquierda hace años que desapareció del panorama político francés, con el Partido Socialista del mítico Miterrand reducido a cenizas y un Mélenchon incapaz de levantar el vuelto por sus ideas extremistas. En la derecha, el panorama tampoco era demasiado inquietante para Macron: Los Republicanos, el partido de Chirac y Sarkozy, fue incapaz de reponerse tras la histórica derrota de 2017; Le Pen, por mucho que haya intentado disfrazarse, sigue causando terror en muchos electores. Sin embargo, el presidente galo ya no puede estar tan tranquilo.

Si a partir de abril Francia cambia de rumbo, parece claro que será hacia la derecha. Los partidos a la derecha de Macron suman más del 50% de los votos en todas las encuestas. Pero puede que por las características del sistema electoral francés, y la rivalidad entre ciertos candidatos, Macron pueda salvarse por la campana.

Valérie Pécresse

En primer lugar, se encuentra Valérie Pécresse. Es la gran favorita para desalojar a Macron del Eliseo. Tiene por delante la gran tarea de devolver el poder a la derecha gaullista tras varios años de travesía por el desierto. Conocer la verdadera ideología de la candidata de LR es una tarea difícil. Aunque los medios de comunicación se refieren a ella como la Dama de hierro, lo cierto es que Pécresse abandonó el partido por el supuesto giro hacia la derecha de la formación. Además, ella misma se ha definido como «dos tercios de Merkel, un tercio de Thatcher». Es decir, a priori no parece que tenga un estilo demasiado combativo.

Una de sus propuestas estrellas es la eliminación de 150.000 funcionarios, reduciendo el peso del Estado. También es partidaria de eliminar burocracia, bajar impuestos o retrasar la edad de jubilación a los 65 años. Además de eso, ha hecho alguna vaga referencia a la identidad francesa. Pero poco más.

Según las encuestas, Pécresse es la única candidata con posibilidades de arrebatarle la presidencia a Macron. No será una tarea fácil, pero la mayoría de los sondeos coinciden en que quedará en segunda posición en la primera vuelta de las elecciones, quedándose muy cerca de Macron en la segunda vuelta.

De pasar a la segunda vuelta, a Macron se le puede complicar bastante su estancia en El Eliseo. En 2017, el todavía presidente tenía enfrente a una Le Pen que movilizaba a muchos votantes en su contra. No es el caso de Pécresse.

A pesar de soplar el viento a su favor, no debería confiarse demasiado la candidata republicana. En noviembre de 2016, François Fillon, de su mismo partido, era el gran favorito para ocupar el asiento presidencial. Todas las encuestas coincidían en que pasaría a la segunda vuelta con Le Pen como rival. La realidad, conocida por todos, fue bien distinta.

Es cierto que el programa económico de Pécresse puede resultar beneficioso para una Francia que soporta una pesada loza en forma de sector público. Pero Francia se encuentra en una encrucijada mucho mayor. Ser o no ser. Esa es la cuestión. Y aunque es cierto que Pécresse, cierto ha prometido endurecer la política migratoria y de seguridad, las políticas de puertas abiertas llevadas a cabo por otros gobiernos de su mismo partido juegan en su contra. Por eso la candidata tendrá que convencer al electorado conservador de que esta vez será diferente.

Marine Le Pen

Hay otra mujer que tiene alguna opción de pasar a la segunda vuelta: Marine Le Pen. Es la tercera vez que concurre a las elecciones presidenciales. Y si fracasa, probablemente será la última. Pese a lo que creen muchos sectores de la derecha occidental, realmente Le Pen no es alternativa al consenso socialdemócrata. Forma parte de él.

Su programa económico podría firmarlo sin problemas cualquier candidato de la izquierda más radical. Pero no sólo eso. En cuestiones puramente ideológicas, la candidata de Reagrupación Nacional (RN) siempre ha optado por un perfil bajo. Desde su llegada a la presidencia de su partido, ha ido moldeando su discurso a las circunstancias del momento.

Cuando en 2013 se aprobó el matrimonio homosexual, Le Pen decidió ponerse de perfil. Pese a que su partido votó en contra en la Asamblea Nacional, no secundó ninguna de las masivas manifestaciones que inundaron el país galo en contra del matrimonio igualitario. De hecho, fueron más combativos muchos miembros de la derecha tradicional que la propia Le Pen. Tampoco ha dudado en afirmar que el aborto es un derecho, y que en caso de llegar al poder, no tocaría una sola coma de la actual legislación sobre el aborto. El último ejemplo de esta estrategia lo encontramos a finales de 2019, cuando se aprobó en Francia la reproducción asistida para las parejas lesbianas. Le Pen utilizó la misma técnica que en ocasiones anteriores: rechazo en el parlamento, perfil bajo en los medios y ausencia en las manifestaciones.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿representa Le Pen la alternativa al consenso imperante en Francia? La respuesta es evidente. Ella es puro consenso socialdemócrata. Una mujer de izquierdas envuelta en la bandera de Francia que quiere acabar con la inmigración masiva. Nada más.

Es precisamente esa estrategia —que tiene obnubilada a buena parte de la derecha mundial— la que le ha llevado a tener buenos resultados en barrios tradicionalmente de izquierdas. Siempre que se menciona la capacidad de Le Pen para pescar en el voto de izquierdas, se habla de su programa económico. Nunca se dice que en cuestiones morales no es nada conservadora. Así no es tan extraño que consiga pescar en el caladero de la izquierda. Con un programa de izquierdas, lo lógico es que te vote la izquierda.

Eric Zemmour

Sin duda, la gran sorpresa en esta campaña electoral ha sido la irrupción de Eric Zemmour. Aunque nunca ha estado en política, no es un desconocido para el votante francés. Durante años ha sido conocido por sus críticas al feminismo de nuevo cuño, a la inmigración y, sobre todo, al islam. Uno de sus grandes puntales desde hace años es la teoría del gran reemplazo, según la cual, los europeos serán reemplazados dentro de unos años por habitantes de otros continentes. Personalmente, desconozco los estudios en los que se basa Zemmour, y si existen realmente posibilidades de que esa teoría se cumpla, pero la realidad es que ya en la actualidad hay grandes ciudades francesas con importantes porcentajes de población de origen musulmán.

Zemmour adolece de todo lo contrario a Pécresse. Si la candidata de LR tiene un marcado perfil economicista, Zemmour está centrando su campaña únicamente en la inmigración. Evidentemente el principal problema que tiene Francia es el de inmigración, pero no es menos cierto que si quiere presentarse ante el electorado como una opción de gobierno, no puede centrar su discurso únicamente en un aspecto. A fin de cuentas, también estamos hablando de la segunda economía de la zona euro y una potencia nuclear.

Aunque en un primer momento pareció tener asegurado el paso a la segunda vuelta, el hecho de haberse enredado en polémicas estériles le ha restado opciones. Ahora los sondeos lo sitúan en cuarta posición, cosechando alrededor de un 13% de los votos. Ciertamente, se pueden defender con firmeza determinadas convicciones, pero sin caer en la estridencia. Y por supuesto, no sacar los pies del tiesto porque hayas interiorizado la caricatura que han hecho de ti.

Sus diferencias con Le Pen no están en el qué, sino en el cómo. Diferencias de pura estrategia política. Mientras Le Pen prefiere optar por una estrategia camaleónica, moderando su discurso en según qué casos, Zemmour es más partidario de un estilo directo y sin complejos. Polemizar, que lo llaman algunos.

En resumen: un caos

Sea como fuere, no parece tener mucho sentido que dos candidatos prácticamente con las mismas ideas vayan en candidaturas separadas. El uno es un lastre para el otro. Ambos compiten por el mismo electorado. Lo único que conseguirán es que ninguno de los dos pase a la segunda vuelta.

Estas elecciones vuelven a poner de relieve la caótica situación de la derecha francesa, que llegará a los comicios dividida en más de cinco partidos. Así, los odios, prejuicios, celos y rivalidades pueden tirar a la basura una oportunidad de oro para sacar del poder a uno de los mayores liberticidas que ha conocido Europa en los últimos años.

La sobrina de Marine Le Pen, Marion Maréchal, lleva varios años defendiendo la idea de Union des droites, que es la alianza de todo lo que está a la derecha de Macron. De momento, tendrá que seguir esperando.