En los últimos días, a propósito de la profanación del Valle de los Caídos, la más desesperante —y por ello recalcitrante— derecha sociológica ha vuelto a recurrir a su análisis favorito: todo es una «cortina de humo» para ocultar «lo que realmente importa», es decir el enésimo caso de corrupción del PSOE. Ese tic, además de ser cansino, refleja una incomprensión profunda del momento político. No se trata de una maniobra de distracción, sino la ejecución deliberada de un plan.
Mientras tanto, ha quedado visto para sentencia el juicio contra Álvaro García Ortiz, quien detenta la posición de fiscal general del Estado. Es precisamente ese proceso el que funciona como trampantojo: desplaza la mirada hacia el enésimo síntoma de deterioro institucional, mientras el Frente Popular, con el Valle de los Caídos en el punto de mira, avanza en su proyecto totalitario.
Su voluntad de enfrentar, someter y, llegado el caso, perseguir a los españoles corrientes para garantizar su permanencia en el poder es inequívoca. Confundirla con una «cortina de humo», una irresponsabilidad y un acto de inconsciencia.