Una de las películas más conocidas y de mayor éxito de Alejandro Amenábar es, sin duda, Los otros, protagonizada por Nicole Kidman. Mientras la protagonista espera junto a sus hijos la llegada de su esposo, en aquel caserón victoriano ocurren cosas extrañas. Las puertas se abren solas, el piano suena sin que nadie lo toque y se escuchan risas y llantos por los pasillos de la casa. Ocurren ese tipo de cosas, pero no se sabe el cómo. Hay alguien más en la casa, pero nadie conoce su identidad. Están ahí, pero nadie los ve. La historia de la película juega con seres que están entre dos mundos, con muertos que ignoran que lo están, y con muertos que lo saben, y que tienen por misión revelarles esa verdad.

Sin duda, parte del argumento de la historia de esta película podría resultar similar a la actual situación de Ciudadanos: están muertos, pero todavía no lo saben.

El pasado fin de semana, el partido liderado por Inés Arrimadas celebró una convención nacional en Madrid que resultó ser el típico acto que realizan de vez en cuando los partidos políticos para ensalzar la figura del líder y contarse los unos a los otros lo maravillosos y necesarios que son. Pero poco más.

La intención de los naranjas era hacer de esa convención un punto de inflexión que les permita recuperar oxígeno tras los últimos varapalos electorales. Sirvió también esa convención para marcar el camino que el partido debe seguir a partir de ahora: el del liberalismo. Lo cierto es que este no es más que el enésimo viraje ideológico de la formación de Arrimadas, pues todo aquel que conozca mínimamente la historia de la formación sabe que han cambiado en varias ocasiones de ideario.

Socialdemocracia

En sus inicios, capitaneados por un jovencísimo Albert Rivera, Ciudadanos comenzó definiéndose de “centroizquierda” y “socialdemócrata”, en un intento de hacerse con el espacio electoral del otrora todopoderoso PSC. Con su salto a la política nacional, empezaron a ondear la bandera del liberalismo, compatibilizándola con la de la socialdemocracia. No fueron pocos los dirigentes, incluido el propio Albert Rivera, que realizaron afirmaciones tan peregrinas como que Ciudadanos era un partido “liberal, socialdemócrata y progresista”. Algo que no entendí en su momento y que todavía estoy esperando que me expliquen.

Con el tiempo, eliminaron de sus estatutos toda referencia a la socialdemocracia, manteniendo las menciones al progresismo, convirtiéndose así, según sus dirigentes, en un partido “centrista liberal y progresista”. Lo cierto es que, aunque se ofendan, se han ganado por derecho propio el título de veleta naranja.

Desde entonces, han presumido de liberalismo siempre que han podido. Ya en 2019 fue Rivera el que acuñó el término de liberales ibéricos para referirse a los militantes del partido naranja. Parece que en esta convención han decidido reforzar ese supuesto liberalismo, dejando a un lado otras etiquetas.

Liberalismo

Con este artículo no pretendo dar ninguna clase de teoría política, pero lo cierto es que el liberalismo de Ciudadanos ha sido siempre inexistente. Tanto en la práctica como en la teoría. Según tengo entendido, el liberalismo pone al individuo en la cúspide, independientemente de su ideología, raza u orientación sexual. Ser liberal es, por tanto, rechazar cualquier tipo de colectivización de la sociedad. Y esto es todo lo contrario a lo que ha hecho Ciudadanos a lo largo de su existencia. Ni sus propuestas teóricas son liberales, ni sus hechos han demostrado ápice alguno de liberalismo. Haré un poco de memoria para sostener esta afirmación.

En 2016, se aprobó en la Comunidad de Madrid la famosa Ley LGTBI de Cifuentes. Aquella infame norma, apoyada por todo el arco parlamentario, permite imponer multas a todo aquel que discrepe de la doctrina de las asociaciones LGTBI, algo que ya ha sucedido. Además, la mencionada ley autonómica llega al punto de invertir la carga de la prueba y considerar al acusado de homofobia culpable mientras no demuestre lo contrario. Aquella norma recibió el apoyo entusiasta de Ciudadanos, que llegó incluso a presumir de que el mencionado texto era una iniciativa suya. No hace falta ser un experto en teoría política para saber que esta norma atenta contra los principios básicos del liberalismo.

No parece tampoco muy acorde al liberalismo apoyar la infame Ley de Violencia de Género, que acaba con la presunción de inocencia de los varones y destroza de un plumazo la igualdad recogida en el artículo 14 de la Constitución. Si bien es cierto que en un principio Ciudadanos pareció combatirla, no es menos verdad que en la actualidad los naranjas se han erigido como uno de sus máximos defensores.

En cuanto a la memoria histórica, los de Arrimadas han optado siempre por ponerse de perfil, permitiendo con su abstención que muchas leyes autonómicas de esa naturaleza salieran adelante. Cualquier liberal debería mostrar su más firme rechazo a que el Estado imponga a los ciudadanos una determinada visión sobre un hecho histórico concreto.

Tampoco en el terreno económico han demostrado un excesivo apego por el liberalismo. Hace unos días, sin ir más lejos, una de las consejeras de Ciudadanos en la Junta de Andalucía presumía con la cabeza bien alta de haber aumentado un 35% las subvenciones a las asociaciones LGTBI. Y hace algunos meses, impidieron aprobar los presupuestos de la Comunidad Autónoma de Madrid porque VOX exigía una reducción del gasto público a cambio de bajar los impuestos.

Si miramos años atrás, podremos recordar el empeño de Ignacio Aguado (con el beneplácito de Albert Rivera) por recuperar el impuesto de sucesiones en la Comunidad de Madrid o su petición a Cifuentes de blindar por ley el carácter público del Canal de Isabel II.

En su primera legislatura a nivel nacional, algunas de sus medidas estrellas fueron la eliminación del IVA superreducido, el completo salarial o el impuesto negativo sobre la renta. Estoy seguro de que durante esos años Hayek se revolvió en su tumba en más de una ocasión.

Sanchismo

Cabe destacar también que en el último año Ciudadanos se ha convertido en el sostén del gobierno de Sánchez, llegando hasta el punto de votar a favor de un estado de alarma abusivo de 6 meses de duración. Un partido que presume de defender la libertad no puede hacer de comparsa del gobierno de Sánchez, la principal amenaza para la libertad de todos los españoles.

Por otra parte, no han sido pocas las ocasiones en las que su obsesión continua por ocupar lo que ellos llaman el centro los ha llevado a ocupar una equidistancia bastante miserable. Así, desde la irrupción de VOX en las instituciones, los naranjas han asegurado que jamás pactarían con ellos, al igual que tampoco lo harían con Podemos. Se podrán tener todas las diferencias del mundo con VOX, pero compararlo con la sucursal del chavismo en España, cuyo líder se paseaba por las herriko tabernas, es un ejercicio de indignidad supina.

Hay momentos cruciales en la historia donde uno tiene que posicionarse de forma clara y decidida. Como decía Celaya en sus versos: “Hay que tomar partido / tomar partido hasta mancharse”. Por eso no cabe un término medio entre demócratas y totalitarios.

Lo único medianamente estable: su postura frente al nacionalismo

Si algo se le debe reconocer a Ciudadanos, es su loable labor contra el nacionalismo catalán en sus primeros años de vida, en un momento en el que el PSC estaba por completo entregado a la agenda rupturista y el PP competía con CiU por el electorado convergente. Y aunque es de justicia reconocerles tan noble labor, no es menos cierto decir que también en esta tarea fundamental terminaron fallando por la ambición desmedida de Rivera.

En las negociaciones para la aplicación del artículo 155 en Cataluña, fueron los naranjas quienes exigieron a Rajoy una aplicación corta en el tiempo de dicho precepto constitucional, pues eran conscientes de que las encuestas les eran favorables y no querían perder la oportunidad de coronar a Inés Arrimadas como presidenta de la Generalidad. Una vez más primó el cortoplacismo y los intereses partidistas por encima de los intereses de la nación.

Con todo lo expuesto, creo que se puede afirmar que para lo único que ha servido Ciudadanos ha sido para afianzar la hegemonía cultural de la izquierda, permitir la progresión de su agenda cultural y consolidar la dictadura de lo políticamente correcto. No han sido pocas las veces que se han sumado a las cacerías organizadas por la izquierda contra todo aquel que se atrevía a cuestionar los dogmas de la corrección política, creando así una sociedad menos libre.

Hace unos días, un periodista dijo que Podemos había sido una de las grandes mentiras políticas de la historia democrática. No sé si se podría hacer una afirmación tan categórica acerca de Ciudadanos, pero sí que se puede asegurar que ha sido un fraude de partido. Todo ha sido puro marketing, sin absolutamente nada detrás. Por suerte ya forman parte de la historia de la política española, aunque ellos no lo sepan.