Se utiliza el calificativo peyorativo de terf para insultar a aquella persona a la que se considera trans-excluyente. Un ejemplo sería decir «un hombre que se autodenomina mujer no deja de ser un hombre». Esa frase, que bien podría haber sido extraída de cualquier libro de biología de Primaria, ahora es políticamente incorrecta. Es terf.

La nueva Ley Trans impulsada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero instaura la llamada «autodeterminación de género». Es decir, cualquier persona si se «siente» del sexo opuesto podrá ir, siendo incluso menor de edad y sin más aval que ese «sentimiento», al registro civil a cambiarse de sexo.

Con esa ley en la mano, un hombre —entiéndase hombre como aquel sujeto que ha nacido con cromosomas XY algo que, por cierto, ninguna intervención quirúrgica puede cambiar— puede levantarse una mañana sintiéndose mujer y, sin más dilación, poner rumbo al registro civil para hacerlo constar. Automáticamente, a todos los efectos civiles, será considerado una mujer de pleno derecho. No tiene que pasar por una consulta médica que le diagnostique disforia de género, puede tener genitales masculinos el resto de su vida. Pero, de acuerdo con esta ley es una mujer exactamente igual que lo soy yo. Y como lo niegues, eres terf.

Llegados a este punto me doy cuenta de que las personas que más ahondan en los estereotipos de género son aquellas que me tildarían de terf. ¿Un chico al que le gustan desde pequeño cosas tradicionalmente asociadas a las niñas como jugar con muñecas, maquillarse o que se siente atraído sexualmente por chicos es realmente una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre? ¿No puede ser, simplemente, un hombre homosexual que se inclina, algo absolutamente lícito y respetable, por gustos considerados más femeninos? ¿No pueden acaso, hombres y mujeres, tener comportamientos y gustos asociados a sexo opuesto sin que eso les convierta en transexuales?

Hay un peligro cada vez más acuciante, sobre todo en niños que aún no han alcanzado su pleno desarrollo psicológico, que tiene que ver con que, hoy en día, una niña que le guste llevar el pelo corto, pantalones y jugar con coches —algo, insisto, que debería ser plenamente normal— le van a meter en la cabeza que eso, quizá, sea un indicativo de que podría ser transexual. Algo que para nada tiene que ser así, ¿o es que acaso hay cosas reservadas únicamente a los hombres y otra únicamente a las mujeres y para encajar en la sociedad hay que ir al registro para incluirte en el grupo correcto?