Con el debido cuidado que precisa la selección musical del domingo por la tarde, tanto en el paseo cómo en el coche —son horas dadas al examen tranquilo— el deejay del destino, con cierto toque, colocó ayer en mi lista de reproducción de Spotify un par de canciones de Neil Young: Harvest Moon y Old Man.
Descubrí al viejo guitarrista de greñas rubias y armónica una noche abrasadora en la playa —dónde tantas cosas buenas pasan y se descubren— cuando planchado sobre el sofá como un cachorro de mastín di con las retransmisiones en directo que Televisión Española estaba dando de Rock in Rio Madrid. Algo fue lo que me detuvo y fascinó en aquellas melodías —especialmente en Old Man—, en sus sonidos y acordes, lo recuerdo perfectamente. No ha cambiado nada.
Entonces España dormía en un inicio de verano asfixiante y feliz. Sólo unos días antes, Cesc Fábregas anotó en cuartos aquel penalti frente a Italia que nos colocaba en el horizonte, con un Luis Aragonés haciendo malabares a contracorriente y las calles inundadas por una fiebre roja, de una final por entonces difícil de creer. Fueron días en los que el país, tan mediterráneo, revestía una alegría inocente, expectante, temprana. Éramos una canción de anuncio de Estrella Danm.
Junio siempre colocó horizontes. El mes que hoy ganamos en nuestros calendarios como si de un puerto de montaña se tratase siempre será el mes atractivo de nuestra vida. El del bofetón seco de viento cálido al bajar del coche en Alicante, el de los bailes, las leyendas y las gamberradas en la Noche de San Juan —primero saltando las olas a oscuras con la familia, después estirando la noche con amigos en los primeros amaneceres— el del final de los exámenes y las despedidas agradables, con poco dolor, con ganas. Es el mes que despliega todo un verano por delante frente a nuestra mirada infantil e ilusionada.
Con Neil Young en los cascos —son importantes los descubrimientos en la playa— y con el paso del tiempo sin acusar demasiado volvemos al mes. Las banderas nacionales y los televisores van brotando de nuevo poco a poco —se resisten tras la final de Champions— en las terrazas de los bares y en las ventanas de las urbanizaciones. La lista casi definitiva de Luis de la Fuente se examinó con el aire acondicionado apretando y hubo cierta alegría al leer el nombre sobre el papel de Ayoze Pérez. Las bibliotecas están repletas de latas aplastadas de Red Bull y se sortean las retenciones en la A31 dependiendo de la hora. Es todo un mes de detalles, de banda sonora propia. Un género.
Sólo en cuestión de días Harvest Moon, de Neil, sonará por imperativo legal en un atardecer con vistas al mar y la Selección Española volverá a competir por la Copa de Europa. Es toda una rueda caprichosa de tiempo y de días, que gira y va cerrando círculos para volver a abrirlos otra vez. Lejos quedan aquellos conciertos del Rock in Rio y la tanda de penaltis en Viena. Todo es nuevo y se dispone en una hoja en blanco, pero el escenario es exactamente el mismo. Un verano que nos está esperando a todos. Otra vez.
Espero que estéis preparados. Nos vemos en cuartos, si Dios quiere. Aquí lo contaremos.