Javier Martínez-Pinna: «Sería difícil imaginar a alguien que no se beneficiase de una mayor unión entre España y Portugal»

Consolidado como uno de los principales divulgadores históricos en español, es autor de 'Iberismo, hacia la unión de España y Portugal'

Javier Martínez-Pinna (Alicante, 1974) es profesor, escritor, colaborador en un sinfín de medios y uno de los fundadodores de la revista Laus Hispaniae. Consolidado como uno de los principales divulgadores históricos en español, también es autor de Iberismo, hacia la unión de España y Portugal (Almuzara). Un repaso histórico de las ideas iberistas y una defensa de la integración de España y Portugal: «Hasta tiempos relativamente recientes los portugueses se sentían españoles». La unión es un viejo anhelo, sobre todo entre élites intelectuales a ambos lados de la frontera, que en los últimos años ha encontrado un apoyo popular creciente, basado a un tiempo en sentimientos atávicos y en datos prácticos.

¿Por qué hay dos países en la península Ibérica?

España y Portugal tienen historias paralelas, tanto que resulta difícil explicar los motivos por los que ambos no forman un mismo país. La romanización de la península es el primer periodo histórico en el que compartimos una evolución común y lo mismo ocurre con la Reconquista, con la era de los descubrimientos, en la que la Monarquía Hispánica se enseñoreó de los mares, con la guerra de la independencia contra el francés y, más recientemente, con la creación del estado liberal en el siglo XIX, las soluciones autoritarias del XX y el ingreso simultáneo de ambos países en la Unión Europea.

¿La división es un accidente histórico?

Con la conquista musulmana se produjo un fraccionamiento de la antigua Hispania en distintos reinos, aunque la idea de unidad peninsular, que se empezó a desarrollar con los visigodos, se conservó durante toda la Edad Media y tiempos posteriores. Un hecho importante para comprender los motivos por los que Castilla y Portugal permanecieron separados fue la decisión de Alfonso VI de conceder en 1096 el gobierno hereditario de Portugal y Coimbra al noble cruzado don Enrique. En este sentido sí que podríamos decir que España y Portugal no son parte del mismo país por un accidente histórico.

La batalla de Toro. Una de las más importantes de la historia de España, según defiende en el libro.

Efectivamente. La unión de Castilla y Aragón se fraguó con el enlace matrimonial de Isabel y Fernando que marca el inicio del periodo hegemónico de la monarquía hispánica, pero para ello Isabel tuvo que enfrentarse en una cruenta guerra civil contra los partidarios de Juana la Beltraneja, apoyada por los portugueses, que, curiosamente, no veían con malos ojos la unión dinástica con Castilla, por lo que en esta guerra, que se decantó en la batalla de Toro, no sólo se decidió el destino de una reina, sino el de todo un reino, porque la victoria de Juana habría supuesto un acercamiento no con Aragón, sino con Portugal.

¿De cuándo viene el iberismo?

La idea de integrar a España y Portugal ha sido recurrente a lo largo del tiempo, especialmente entre las clases intelectuales de ambos lados de la frontera, de esos pensadores que, con motivo, consideraron que la mejor forma de solucionar los problemas de ambos reinos tras el proceso de independencia de 1640 era recuperar la unidad peninsular.

¿A quién interesa la división?

Las distintas tentativas se planteraron en un contexto poco favorable pero, a pesar de lo dicho, este proceso estuvo a punto de completarse en el siglo XIX en el que nace un iberismo relacionado con el liberalismo y el Risorgimento italiano. Por desgracia, esta tentativa naufragó debido al fraccionamiento de sus partidario que, en ocasiones, antepusieron la defensa de su propia ideología al intento de presentar un proyecto cuyo principal objetivo debía ser establecer lazos comunes y mostrar los beneficios que dicha unión tendría para el conjunto de ciudadanos españoles y portugueses.

¿Y fuera de la península?

Los enemigos de la reunificación fueron los que querían una España y una Portugal débiles y sometidas a los intereses de las grandes potencias del momento. En el siglo XIX estos países fueron Inglaterra y Francia.

Algunos, de hecho, han utilizado el iberismo como un pretexto para separar en lugar de unir. El iberismo disgrador que denuncia en su libro.

En el libro hay un capítulo dedicado a ese pretendido iberismo que, por desgracia, se puso al servicio, entre otros, del nacionalismo catalán y que, simple y llanamente, pretendía la disgregación de España en distintos estados dentro de una Iberia federal en la que la burguesía catalana se aseguraría el mercado peninsular y aumentaría sus privilegios. No es una opinión personal, lo afirman los principales iberistas catalanes del momento que introducen una serie de planteamientos de corte racial y xenófobo. Ignasi Ribera i Rovira, por poner un ejemplo, llegó a asegurar que España era un país de toreros, chulos y bailaores, y que, por lo tanto, Portugal no podía esperar nada de ellos, a no ser que estrechase lazos con la Cataluña laboriosa y de progreso. También defendió la formación de tres naciones, la portuguesa, la catalana y la castellana, una tierra esta última que según él estaba «desolada con sus grandes horizontes mudos que aniquilan a la gente».

Racistas con piel de iberistas…

Prat de la Riba propuso la creación de un nuevo Estado en Iberia integrado por la Castilla «semita y africana» y la Cataluña «aria y europea». Poco más tarde, en 1906, en su libro La nacionalitat catalana animó a integrar todos los pueblos desde Portugal al Ródano en un Estado federal en el que el papel rector lo tendría que asumir la Cataluña industrial y emprendedora. No se puede decir más claro.

¿Cómo se encuentra el iberismo hoy?

Frente a las posturas egoístas de otros tiempos, hago mía la posición de la Sociedad Iberista que entiende el iberismo como un recurso pragmático «para alcanzar mayores cotas de bienestar social». Prefiero huir de debates estériles y fijarme en los elementos históricos y culturales que nos unen. El iberismo actual nunca puede entenderse poniendo en duda la soberanía de España y Portugal, como se ha hecho en otras ocasiones, por eso son tan importantes las propuestas como la de Rui Moreira cuando habló sobre un Iberolux, basado en la experiencia del Benelux, un modelo que contó con el beneplácito, entre otros, de Núñez Feijoo. En cuando a João de Melo es famosa su frase: «Somos a mesma gente, falando linguas primas… só não entendo por que somos distintos, desconhecidos e tão precavidos contro o outro».

¿Cuáles son los principales obstáculos para la unidad?

La principal dificultad para iniciar un proceso de integración es la desconfianza entre los ciudadanos de ambos países y la visión, a  veces negativa, que a lo largo de la historia hemos tenido de nuestros vecinos.

Sin embargo, España ignora cada día menos a Portugal.

En el imaginario español ha predominado la idea de Portugal como un país lejano, un pensamiento presente en autores como Benito Pérez Galdós, que se lamentaba al afirmar que Portugal parecía tan lejano como Dinamarca, o de Unamuno, autor de Por tierras de España y Portugal cuando se quejó amargamente de ese destino que mantuvo separados a dos pueblos hermanos. Hoy, por fortuna, esta imagen de lejanía esta cambiando por otra de cercanía y un sentimiento de proximidad que ya vemos en los hermanos Giner de los Ríos.

Tampoco en Portugal es tan común aquel nem bom vento, nem bom casamento.

Exacto, porque en el imaginario portugués tenemos una doble imagen. Una derivada de la Leyenda Negra, que considera a España un país arrogante, enemigo de la soberanía de Portugal, y otra, algo más positiva, que corresponde a un arquetipo romántico, que concibe a España como un país romántico, de hombres y mujeres apasionados y amantes de la liberad inmediata. Por fortuna, desde mediados del siglo XX parece consolidarse esta imagen más amable hacia España, especialmente por parte de las élites culturales y los sectores más dinámicos de la sociedad lusa, como Saramago y Rui Belo: «Meu Deus como amo a Espanha».

Aunque no hace tanto tiempo los portugueses se llamaban a sí mismos españoles.

Por supuesto. Hasta tiempos relativamente recientes los portugueses se sentían españoles. Esto es algo que puede provocar sarpullidos entre algunos sectores, pero no podemos negar esta realidad. Sólo cabe destacar la famosa frase de Camoens: «Todos nosotros somos españoles». En el libro recuerdo algunas curiosidades como el famoso episodio que se desarrolla tras el final de la guerra de los 30 años, en el que los representantes portugueses protestaron airadamente porque decían que no se podía utilizar el término de reino de España, sino el de Castilla, para referirse a la otra monarquía peninsular, porque los mismos portugueses se consideraban a sí mismo como españoles.

Dígame quiénes son los cinco iberistas más importantes.

Uno de los más importante es Sinibaldo de Más, al que se le ha considerado padre del iberismo moderno, cuyo pensamiento quedó recogido en su obra Iberia, en el que defiende una alianza entre los dos países en términos políticos, económicos y culturales. Para mí, otro de los grandes iberistas que tuvo una gran influencia en la redacción del libro es Oliveria Martins, porque en su Historia da Civilização Ibérica de 1879 pretende, como es mi caso, rechazar la visión de la historia portuguesa separada de la peninsular e insiste en las semejanzas culturales de ambos pueblos. En este podio tampoco pueden faltar Juan Valera, autor de Pepita Jiménez, Unamuno o Saramago.

¿Cuál ha sido el rol de LA IBERIA de 1854 en la historia del iberismo?

La Iberia fue un periódico liberal e iberista que surgió de la mano de Pedro Calvo Asensio en 1854, con una gran influencia cultural y política, que anticipó el gran momento del iberismo en el que la tan ansiada reunificación estuvo a punto de lograrse tras el final del reinado de Isabel II y el ofrecimiento de la Corona a Fernando de Coburgo. Poco antes, Sinibaldo de Más había escrito su Iberia. Casi al mismo tiempo surgió en Portugal una nueva generación de jóvenes intelectuales agrupados en torno a la geração de 1852, entre los que destacó Henriques Nogueria, partidario de la unión. Es la época en la que aparecen otras publicaciones como la Revista Lusitania.

¿Cuáles serían los beneficios de una mayor unión entre España y Portugal?

Sería difícil imaginar a alguien que no se beneficiase de la mayor unión de estas dos naciones que, recordemos, tienen una enorme influencia en el ámbito de la Iberosfera. Según Adrián Gebé, coordinador de la Sociedad Iberista, la unión permitiría, entre otras muchas cosas, tener mayor capacidad de financiación para invertir en sectores productivos. El acercamiento también reforzaría nuestra posición como gran potencia turística, ser más influyentes en el ámbito internacional e, incluso, en un mundo tan complejo como el actual, contar con más recursos y medios militares para garantizar la seguridad de nuestras fronteras.

¿A mayor unión, mayores beneficios?

No tengo ninguna duda. Recordemos la época de la monarquía dual, en la que la unión de España y Portugal permitió a los reinos ibéricos reforzar su hegemonía. En el caso portugués, la unión en tiempos de Felipe II trajo consigo la recuperación del comercio con Oriente, un incremento de la población, el acceso a la plata de Sevilla, necesaria para el comercio, y sobre todo el apoyo de la Armada y los tercios para hacer frente a la presión de otros reinos europeos, sobre todo Holanda, que ansiaban desplazar a los portugueses de sus posesiones tanto en Brasil como en Oriente.

¿Cuál es el futuro del iberismo?

El futuro tiene que pasar por la necesidad de conseguir que el iberismo deje de ser un movimiento orientado únicamente a las élites intelectuales de España y Portugal y presentarse como un proyecto tendente a mostrar los beneficios que dicha unión tendría para el conjunto de los ciudadanos.

¿Y eso cómo se hace?

En 2017 se presentó un documento, 111 medidas para la comunicación y el entendimiento entre España y Portugal con propuestas muy interesantes que podrían allanar el camino hacia una futura integración. Así, leemos sobre la posibilidad de crear instituciones ibéricas para desarrollar todo nuestro potencial pero sin merma de las soberanías nacionales, o la creación de un Espacio Ibérico para equilibrar territorialmente la Unión Europea y la Comunidad Iberoamericana de Naciones.

¿Cuáles serían los siguientes pasos razonables hacia una Iberia más fuerte?

Los siguientes pasos se tienen que dar en función de conseguir un conocimiento mutuo entre españoles y portugueses. Siguiento con las 111 medidas podríamos potenciar la zona fronteriza lusoespañola, mejorar las comunicaciones entre Madrid y Lisboa, potenciar las competiciones deportivas comunes como una posible Copa Ibérica de Fútbol y hermanar equipos de categorías inferiores, podríamos crear canales de televisión comunes y abiertos para ambos países, ofrecer información metereológica ibérica o celebrar el día de la península ibérica. Como profesor, creo que sería importante presentar proyectos para formar una identidad ciudadana ibérica proclive a avanzar en los valores del iberismo integrador y colaborativo y mostrar a los jóvenes la historia compartida y la potencialidad de de nuestros idiomas y la riqueza de nuestras tradiciones.

¿Veremos algún día la unidad total?

Siempre se ha dicho que el iberismo es un movimiento utópico pero yo creo —así lo expreso en el libro— que en los últimos dos siglos se han tomado medidas muy concretas que pueden ayudar a convertir este sueño en una realidad. Al final, el futuro dependerá de lo que estemos dispuestos a hacer, por lo que el iberismo sólo podrá seguir adelante si demuestra su compromiso con el el conjunto de los españoles y los portugueses, y si es capaz de proyectar una imagen respetuosa con el pasado y las identidades de estos dos viejos países. En eso están trabajando cada vez más autores y asociaciones. El futuro es esperanzador y más en un momento como el actual, de enorme inestabilidad, porque la unión de España y Portugal nos permitiría afrontar con mayores garantías los retos de un mundo cambiante.

O'Mullony
O'Mullony
Fundador de todo esto.
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