Disney vuelve a poner nombres y apellidos hispanos a los malos malísimos de una de sus últimas películas. Un torero, Lope de Aguirre, Isabel II, Felipe II… ninguno se salva, lo merezca o no, de aparecer en cines y televisiones como culpable de los males de otros personajes extranjeros de los que —¡qué casualidad!— siempre se cuentan bondades. Ya es mala suerte que nunca se acuerden de la gran cantidad de ilustres españoles como el protagonista del siguiente texto.
El venerable fray Antonio Alcalde y Barriga (1701–1792), natural de Cigales (Valladolid), fue el cuarto hijo de Isabel y José, labradores, ganaderos y cristianos viejos de escasa fortuna. A los quince años ingresó en el convento dominico de San Pablo de Valladolid. Durante casi cuarenta años fue fraile predicador en diversos monasterios de Castilla hasta que se cruzó en su camino el mismísimo Carlos III. El Rey quedó tan impresionado por su personalidad que ordenó días después su nombramiento como obispo de la diócesis de Yucatán, con sede en Mérida.
El inmenso legado de Alcalde y Barriga en México
Mérida. Con más de sesenta años y a pesar de los obstáculos, el fraile se entregó en cuerpo y alma a los más necesitados y a su educación. Dos años después de recibió su diócesis, en 1765, fundó con sus rentas una cátedra de Teología Moral en su Seminario Conciliar. En 1768 solicitó a Carlos III erigiera una universidad en el Seminario Tridentino, proyecto aprobado años después. Ese mismo año fundó y dotó al ya existente hospital de San Juan de Dios de camas para sacerdotes pobres y de una vasta enfermería para mujeres.
En 1769 y 1770 ocurre una plaga de langosta que afecta especialmente en Tabasco. Alcalde agotó las rentas del obispado adquiriendo víveres en Jamaica que depositó en graneros para distribuir raciones entre los indigentes.
Guadalajara. El Rey dispuso en 1771 que Alcalde cubriera el obispado de Guadalajara. Allí logró que el ayuntamiento cediera un terreno para construir el Hospital Real de San Miguel de Belén, que sigue activo hoy como Antiguo Hospital Civil, para paliar la hambruna y peste de 1786. En 1792, poco antes de fallecer, consagró el nuevo hospital, y así lo muestra la leyenda de la portada: “A la Humanidad Doliente”.
El fraile español cedió de nuevo todos los fondos de su renta para la construcción del sagrario, baptisterio y otras oficinas necesarias de la Catedral por el avanzado estado de ruina que presentaban, pero advirtió que no dejaría de distribuir y gastar lo que hiciese falta en necesidades más importantes como la de ayudar a los pobres.
Gracias a las aportaciones patrimoniales de Alcalde y a las gestiones ante la corona española, Carlos IV otorgó cédula real a la fundación de la Real y Literaria Universidad de Guadalajara, después de casi un siglo de haber sido solicitada por fray Felipe Galindo Chávez. Sin embargo, no pudo presenciar la apertura.
Cuadritas de Guadalajara, las primeras VPO de América
Además de haber ayudado a levantar el Santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe, el Sagrario Metropolitano, el Convento de Capuchinas y el Beaterio de Santa Clara, en Guadalajara es recordado por Las Cuadritas. Se trata de 58 casas que mandó edificar cerca de la parroquia de Guadalupe, primer antecedente de los programas de viviendas sociales, sin precedentes en América, en las que Alcalde invirtió 240.835 pesos. El 23 de abril de 1783, también dispuso la construcción de una escuela de primeras letras en el nuevo barrio de Las Cuadritas, capaz de recibir hasta trescientos alumnos. Para las niñas sin recursos construyó un beaterio o colegio dedicado a Santa Clara, sede actual del Palacio Federal.
La dotación de las cátedras del Colegio de San Juan Bautista, la fundación de escuelas primarias para niños y niñas con material didáctico gratuito, las comidas que a diario servía a los pobres, los donativos que hizo en forma anónima, la urbanización de Guadalajara hacia el norte de la ciudad y la mejora de sus calles… Por su gran obra, se considera uno de los mayores benefactores de la región. La gran mayoría de estas obras continúan sus labores y siguen en pie.
“La noche es para mí, el día para el público”
Este héroe nacional y americano, fundador de hospitales, universidades, viviendas, comedores, catedrales, etc., es totalmente desconocido para los españoles y especialmente para los directores de cine del viejo y nuevo continente. Ningún político ha sido capaz de recordar a AMLO que en los barcos de la malvada madre patria también llegaban personajes de extrema bondad como Alcalde y Barriga. Esperemos que algún día sea honrado como merece. Éste, y otros tantos olvidados a propósito para seguir engordando el negocio de la hispanofobia.