Para los modernos expertos en cuestiones de amor, aunque el resultado sea una tasa de éxito tan abrumadora como dos divorcios por cada matrimonio, es fundamental convivir antes de casarse y que el noviazgo dure mucho porque, claro, de lo contrario te expones al peligro de no conocer a la otra persona y divorciarte. Esto no quita, por supuesto, que divorciarse sea un gran avance de la democracia. Es clave que la relación sea abierta a otras experiencias cárnico-sentimentales. Lo ideal es elegir a la persona con mayor conocimiento práctico en lo sexual y mejor cuerpo para así evitar acordarte de otras con las que se ha mantenido una lujuriosa sintonía antes o durante la relación en pareja. En realidad, qué narices, olvida eso de noviazgo que se ha dicho al principio. Sí, pareja es mucho mejor.

Como nada dura eternamente y el concepto del amor como entrega inculcado por nuestros mayores es una inaceptable reminiscencia de la época en que Recaredo abandonó la herejía arriana, siempre es positivo aceptar que los que sigan juntos in aeternum sólo sean pobres conformistas incapaces de ver más allá o sectarios ligados a algún grupúsculo «ultracatólico». Y eso que ser católico ya es ultra de por sí.

Es aceptable ser «retro» en todo lo material, pero jamás pienses, bajo ningún concepto, en actuar como las personas que llevaban esa ropa, escuchaban ese disco o derrapaban sin casco con esa moto. El casco es bueno, no hay que poner nunca la vida el peligro. Sólo se vive una vez. Pero, sobre todo, hay que tener cabeza y conciencia ecológica. Es insoportable el pestazo a gasolina que sale en forma de humo por esos tubos de escape. Ya basta. En realidad, no es aceptable todo lo retro, ni siquiera en el plano material. Si no tiene perspectiva medioambiental, nada. La opción correcta es el patinete eléctrico. Siempre con casco, por supuesto.

Volvamos a lo principal: podríamos decir que el éxito radica en ser abierto. Abierto a la infidelidad sin cerrarse a cogerle el gusto. «Oye, que le guste más otro cuerpo no tiene por qué significar que te quiera menos». Abierto a la explotación laboral con cara alegre, traje de 500 euros y fiambrera de macarrones con tomate, esperando a que llegue el viernes para beber, olvidar y probar otras cosas más que «en pleno siglo xxi» siguen ilegalizadas seguramente por culpa de Don Pelayo. Por eso sí te puedes indignar, faltaría más, pero, si te quejas de lo otro, olvídate de tu puesto. Siempre puedes ver una película, o incluso series con cuotas formidables en plataformas online, de cuando se esclavizaba a los negros en los Estados Unidos. Afroamericanos, perdón. Una frase con la foto del doctor Luther King es muy importante para motivarse por las mañanas. Hay que estar motivado y encantado con el trabajo. Lo bueno es que no eres tan esclavo como esos esclavos. Peor es lo que hicieron a los judíos. Ya no hay genocidios. Estamos en democracia.

Es importante la ropa informal para esta cena que organiza la bigfour —«es brutal la que se lía, tú». Lo de ropa, mejor descartarlo: se dice outfit; así se entiende con mayor claridad. Viniendo de Quintanilla de Onésimo, mejor contar que eres de un pueblo de Castilla y, como es ancha, obviar hablar de tu abuela Eu, la que compró el traje que llevas, porque te gastas en alquiler cada mes lo que se pagó por él, aunque ganas poco más. Aguanta, estás sólo empezando y Eugenia está orgullosa porque le han dicho que todo esto es muy bueno para tu currículum.

Eso del CV sabe lo que es, aunque nunca tuvo que hacerse uno, pues todo el mundo en Quintanilla sabía de su capacidad en todos los campos de la vida. De lo que entiende menos es de qué hace su nieto, y de lo que ni pajolera idea es de pronunciar el nombre del lugar en el que trabaja. Algo en inglés. Ella siempre tiene cosas más importantes que decir y que callar. Está tan anticuada que calcula en pesetas porque rechaza confiar en el euro, que tantos notables beneficios nos ha traído y al cual le debemos muchísimas cosas. En fin, la edad. Dejadla, está mayor.

Eugenia, la que con que con diecisiete años se ennovió con Manolillo el del quiosco a su vuelta de la guerra europea en 1954. Dicen que, cuando llegó al puerto de Barcelona, no pudo esperar a atracar y se lanzó al agua e hizo los últimos metros a nado. Después de nueve años de cautiverio, quería volver a sentir su tierra, y decidió que primero había que besar el agua de España. Sólo se le oía gritar vivas a Nuestra Señora de la Asunción, patrona del pueblo. Supersticiones de aquella generación. Se fue siendo Manolillo (por edad, pudo alistarse falsificando documentación), pero a la vuelta ya era Manolo. Era mayor que Eugenia y además lo parecía por los tiros pegados. Contaban algo de que dos años antes del fin de la guerra lo obligaron a repatriarse y se negó. Quiso seguir luchando entre las ruinas contra aquellos rusos. Quizá ahora, con loducrania, esta anécdota podría quedar bien en alguna conversación; al fin y al cabo, Zelenski, con sus políticas favorables a los vientres de alquiler, distribución gratuita del cannabis o aborto a granel, unidas al fomento de la prostitución y el juego dentro de la definición multicomprensiva y libertaria de su partido, representan la resistencia democrática frente a la invasión totalitaria de un ruso tan retrógrado como Mussolini, Franco, Stalin o Hitler. O incluso lo peor de los cuatro juntos. Y no hay más nombres en la lista puesto que se desconocen por completo otros ejemplos. La tele sólo habla de ellos, así que deben de ser esos. También suena algo de un chino, pero el nombre es más complicado.

Hay que salvar a los niños ucranianos de las sangrientas manos extranjeras, porque a los niños ucranianos sólo tienen derecho a asesinarlos otros ucranianos. Es sentido común. Un principio de soberanía democrática. Es una alegría ver cómo el mundo libre ha apoyado a Ucrania, por fin unánimemente de acuerdo. Todos los diputados a una, sin importar el signo político, aplaudiendo la misma causa. Sólo se veía algo así desde la subida anual de sueldos parlamentarios. Esta vez, sin embargo, no es por dinero. Pies en tierra. Manolo luchó contra los rusos hasta 1945 en las ruinas de Berlín. Algo suena raro. La forma de pensar de Manolo, en paz descanse, no se parecía ni por asomo a la de Zelenski, y, en todo caso, ¿cómo hablar de un familiar empuñando un arma? Es imposible que esto quede bien en una cena con gente del trabajo. Es una multinacional resiliente. Mejor hablar de temas divertidos que no molesten. Además, si no has escuchado nunca las historias que contaba el abuelo porque te aburría cómo sólo hablaba del pasado, sería imposible conocer los detalles. Y, sin datos fidedignos, no hay nada que transmitir. No es por avergonzarse de nada de la familia, es no tener conocimiento exacto de fechas y motivos por los que el abuelo Manolo se batió el cobre allí hasta la caída de la capital alemana.

Molestaba el humo de su pipa y el trajín constante de cigarrillos Ideales. Era una chimenea. El tabaco está muy bien que se vaya eliminando en espacios públicos, abiertos o cerrados. Hay que ser más permisivo con los vapers. Huelen a melocotón, sandía y fresa. No molestan tanto. El tabaco huele como a pasado. A ese momento en el que Manolo, después de misa en San Millán, la parroquia de Quintanilla de Onésimo, pidió matrimonio a su Eugenia cuando ella aún no había cumplido los diecinueve. Estaba tan nervioso que se encendió un Ideales. Quería hacer todo fielmente con ella para siempre, porque decía que la guerra le había reforzado la inocencia del que lucha por lo que cree, aunque todo esté perdido. Contaba con la paz que sólo conoce quien hizo la guerra. Ya sólo su novia le hacía acelerar el pulso. No tenía ni que verla, pues bastaba con pensar en ella para ver al hombre bregado que era esbozar la sonrisa de un niño. Él siempre dijo que cada día quería más a su mujer porque Dios hacía nuevas todas las cosas, y ella presumía de que cuando fue capturado en abril de 1945 no estaba tan nervioso como cuando le pidió matrimonio, ya que en la detención aún no la conocía y estaba confesado. Morir daba igual en ese momento. Pero, a la hora de la verdad, es decir, la de pedir la mano a su futura mujer, lo que auténticamente le aterrorizaba era vivir sin ella, en el caso de recibir un no por respuesta. Eu dio el sí tan joven que jamás se fue de Erasmus ni besó otros labios que los de Manolo. Nada que envidiar de sus vidas. Con tantos hijos, en verano no iban ni a la playa. Absolutamente limitados. Muy cerrados de mente. Ya sabemos cómo son los abuelos. Vidas tiradas a la basura. Clausuraron las puertas que llevaban a disfrutar. Hoy ya sabemos que lo primero es pensar en uno mismo y autoquererse mucho. Cuando olvides lo que vales, mira en LinkedIn todo lo que has conseguido.

Bueno, en realidad, sí que fueron alguna vez a la playa. Hay fotos, y es difícil de entender, pero siempre salen felices. Las fotos de los álbumes suelen verse en Navidad. Cuando vas de vuelta al piso compartido de estudiantes, aunque hace tiempo que ya no eres estudiante, apetece que sea Navidad para volver al pueblo que nadie conoce. Lo bueno de la Navidad es la fe, la lumbre y el hogar, pero es bueno sólo en esa fecha. Las nuevas generaciones ya han roto al fin con esas cadenas del estereotipo de familia tradicional impuestas por la dictadura que tanto costó combatir mañana, tarde y noche a las fuerzas democráticas. En los años sesenta y setenta, los españoles no hicieron otra cosa que luchar contra el franquismo. Lo extraño es que a los abuelos les ha gustado siempre más esa España que la de ahora. De eso sí que no se habla en la cena con los compañeros de trabajo. Siendo aún junior, mejor no jugar con fuego. Si te piden fuego, por cierto, mejor decir que no fumas. Ya casi nadie fuma. Deberías dejarlo. ¿Sabes la cantidad de horas laborales productivas que se pierden saliendo a fumar? Dejar de fumar dentro fue un gran avance, no cabe duda. La salud es muy importante ahora que el suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes y el intento de suicidio en menores de edad ha subido un 244% de un año para otro. Siempre hay que llevar mascarilla; nunca se sabe.

Después de las copas, Uber, que siempre es mucho más limpio que cualquier taxi, y un Glovo desde casa. Va a caer un McAhorro. Mejor ahorrar un poco más y hacerse una pizza congelada. Uno de los compis de piso hace demasiado ruido con su pareja. Otro, borracho en el salón, ronca bastante. No hay que anclarse a la compra de una casa. Tampoco hay opción económica a ello. Se duerme con tapones y así no hay problema. Antes, un capítulo de la nueva serie en el portátil. Está basada en hechos reales. Se aprende mejor y más rápido viendo Netflix que leyendo libros. Es muy dura. Ayuda a reflexionar. Incomprensible cómo vivían en los guetos. El portátil es cedido por la empresa. Una maravilla. Cama para uno. A tus anchas. Hace un poco de frío. Desde loducrania, la luz está impagable. Antes también.

Hay que disfrutar de las experiencias. Casi treinta años acumulándolas. Se podría estar peor. Aún queda mucho camino que recorrer hasta ser una democracia plena. Votar es muy importante. Mejor afirmar creer la posibilidad de haber algo allí arriba que declararse bautizado en tu parroquia. Ateo es pasarse. Una cosa intermedia. Todo es respetable, aunque no se comparta. Bueno, todo tampoco. Los extremos se tocan. Si hay que aceptar algo, el budismo parece interesante. Antes de morir, hay que visitar Vietnam. Si ves la oportunidad de hacerte fotos con niños de algún país subdesarrollado, súbelas a tus redes sociales poco a poco. Importante la frase. Nosotros estamos muy desarrollados. Ellos son los que fabrican nuestra ropa. Sus condiciones laborales son peores. Es el mercado. Nadie te obliga a elegir un puesto de trabajo; es completamente voluntario. Pero qué pena. Subir los sueldos y mejorar las condiciones laborales reduce el empleo. Entrar en este puesto te da mucha posibilidad de desarrollo profesional. Flipas con las brainstorming y el ambientazo en los afterwork.

Manolo, con esa edad, no dormía solo. Bajo el techo de su hogar descansaban el matrimonio y los hijos. Su nieto no tiene absolutamente nada, pero que le quiten lo bailado. Tinder funciona. Ni te cuento con el C1 de Cambridge. Es un alivio saber que actualmente contamos con los comités de expertos en pandemias, geopolítica y cuestiones de amor. Todo va viento en popa. Antes no había tantos expertos en dar opiniones sobre cómo hacer las cosas en la cama y, por eso, nuestros pobres antepasados ignorantes caían en la trampa de amar a una sola persona para siempre. Sin idiomas ni Ryanair.

Eugenia ya es muy mayor, aunque no lo aparenta. Por las noches, cuando nadie la ve, sigue hablando con su Manolo. Se ríe mucho con él porque recuerda las bromas que le hacía, pero la pobre también llora, echándolo de menos. Ya ves tú, después de tantos años aguantando al mismo. Mira que se le dijo hace más de quince años, cuando el abuelo murió: «Estás a tiempo de rehacer tu vida y conocer a otra persona». Fue clara en su respuesta. Jamás le habíamos oído decir palabrotas hasta entonces. Tampoco eran usuales los psicólogos, y el arrebato de la propia vida era realmente residual. Había curas, familiares, camaradas —se decían ellos— y el instinto del propio amor unido a la gracia de Dios. Había un hombre y una mujer que se prometían de verdad darlo todo por el otro y lo daban, por ellos y por los suyos, no como en un acto heroico, sino en el día a día. Aburridos… qué infelices. Había todo eso que hoy ni se contempla. La monótona rutina de aquellos tiempos, superados por suerte. Menos mal que hemos avanzado.