Giorgio Armani, embajador de Italia y de los 80

Desde Milán vistió a ejecutivos de medio planeta y cambió la imagen de Hollywood

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Giorgio Armani ha fallecido en Milán a los 91 años. Italia y el mundo entero despiden al creador de un imperio de moda y a un hombre que encarnó como pocos la modernidad y la esencia del estilo que representa a un país. Armani supo construir una marca que trascendió las pasarelas, hasta convertirse en un símbolo de identidad nacional y en un referente universal de distinción.

Nacido en la italiana Plasencia (Piacenza) en 1934, su trayectoria vital no parecía destinada, en un primer momento, a la moda. Inició estudios de Medicina, pero pronto abandonó la carrera para trabajar como escaparatista en los grandes almacenes La Rinascente de Milán. Aquella experiencia lo introdujo en el mundo del diseño y lo llevó a colaborar con la firma Cerruti, donde empezó a mostrar la sensibilidad estética que después se convertiría en su sello. En 1975 fundó junto a Sergio Galeotti la casa que llevaría su apellido y que en pocos años acabaría llegando a todos los rincones del planeta.

Estilo e imperio

Su propuesta fue clara y radical: prendas que desterraban rigideces, chaquetas sin forro, cortes depurados y colores sobrios que transmitían una elegancia sin artificios. Armani ofreció al mundo un ideal estético donde la discreción era virtud y la sencillez, sinónimo de grandeza. Frente al exceso y la ostentación, propuso un camino sereno, atemporal y profundamente moderno. Fue responsable de vestir a ejecutivos de medio planeta, de cambiar la imagen de Hollywood en los 80 y de demostrar que la moda podía ser, al mismo tiempo, funcional y elegante.

Armani no fue únicamente un diseñador: fue también un empresario con visión de futuro. A partir de la moda, extendió su marca a perfumes, accesorios, mobiliario, restaurantes e incluso hoteles, siempre con una coherencia estética. Su nombre pasó a designar no sólo un estilo de vestir, sino también una manera de habitar el mundo. A diferencia de otros creadores, mantuvo hasta el final el control creativo y empresarial de su grupo, convencido de que su firma debía ser la expresión fiel de su personalidad y de su forma de entender la belleza.

Hombre y legado

Detrás de ese emporio global, un hombre reservado, casi tímido, que huía de las estridencias mediáticas. Nunca se dejó arrastrar por la frivolidad de la fama y prefirió mantener un perfil bajo, centrado en el trabajo. Según sus colaboradores, perfeccionista incansable, capaz de revisar hasta el último detalle de cada colección. Incluso en sus últimos días, ya afectado por problemas de salud, seguía trabajando en los diseños para conmemorar el cincuentenario de la casa Armani.

Con Giorgio Armani desaparece una figura principal de la moda italiana que deja un legado innegable: un estilo basado en la simplicidad, la armonía y la elegancia atemporal. A través de su marca, su apellido seguirá presente en las pasarelas, en los armarios y en la memoria colectiva, como sinónimo de buen gusto y como recordatorio de que, a veces, la verdadera grandeza reside en lo más sencillo.

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