A principios del Siglo XXI, la fallecida periodista, Oriana Fallaci, publicó un libro titulado: La rabia y el orgullo. El trabajo advertía sobre el peligro que significaba para Europa la política de fronteras abiertas, especialmente, con los migrantes de países musulmanes.

El libro resultó un éxito en ventas y un martirio para Fallaci, pues la escritora, quien esa época enfrentaba un cáncer, fue amenazada por cuanta organización islámica había. Sin embargo, el escrache no vino solamente de los grupos musulmanes, sino de sus aliados, en realidad, idiotas útiles, del progresismo multicolor europeo.

La progresía europea se unió a la reivindicación de las organizaciones islámicas de quemar públicamente el libro. Incluso, un grupo de musulmanes radicados en Ginebra pretendieron que el gobierno suizo activase un pedido de extradición para la escritora y, de esa manera, enjuiciarla por los delitos de «racismo» e «islamofobia». El acoso incluso llegó a grafitis con la frase «Fallaci puta», agresiones que tampoco despertaron la indignación del movimiento feminista, por si acaso.

Los progresistas —que se llenan la boca de consignas contra la discriminación y el patriarcado— acabaron apoyando las prácticas más intolerantes y discriminatorias contra una mujer de más de 60 años, además acosada por una dura enfermedad. Queda demostrado una vez más que para militar en la izquierda hay que ser incoherente e inmoral.

¿Qué despertó tanta indignación en los musulmanes y sus amigotes del progresismo europeo? El libro menciona que ciudades como Lyon, Burdeos, Roubaix o Marsella han perdido su propia identidad, pues la migración descontrolada y las tasas de natalidad elevada de los grupos islámicos las estaban convirtiendo en colonias musulmanas. En ciertos barrios de esas ciudades ya era imposible caminar los viernes, día sagrado en el islam, ya que muchos seguidores de Alá toman calles y espacios públicos para orar. Pero eso no es lo peor, sino que éstos no tienen ningún deseo de integrarse a la cultura de Occidente.

Estado laico, democracia y libertad son ideas incompresibles para el musulmán promedio. Son conceptos demasiado opuestos a aquéllos sobre los que se basa el totalitarismo teocrático, ellos solamente entienden de sumisión, que es lo que significa Islam.

Obviamente, ante ese panorama, los pronósticos de Oriana Fallaci no eran alentadores. La autora avizoró que todo el continente estaba rumbo a convertirse en Eurabia, cosa que el caos que vive actualmente Francia lo confirma, puesto que el país está en un espiral de violencia que parece dirigirse a una guerra civil o, mejor dicho, un choque entre la civilización cristiana y la barbarie yihadista. Al respecto, Rodrigo Ballester, en La Gaceta, explica: «Las redes sociales muestran la tozuda realidad de la sedición y la impunidad generalizada; porque por primera vez, un partido político (la extrema izquierda del pirómano Mélenchon) alienta los disturbios al son del islam político y de todos los fanáticos nihilistas que sueñan con transformar a Nahel en el George Floyd francés. Y, sobre todo, porque detrás de cada tiro de mortero se dibuja el fantasma que algunos centinelas osaron señalar hace ya décadas y que ya nadie puede ignorar: el del enfrentamiento civil en un país descompuesto y polarizado».

Todos, absolutamente todos los desastres que está viviendo Francia estos últimos días son responsabilidad de sus «élites» políticas. Fueron éstas quienes, durante décadas, con mayor énfasis después de mayo de 1968, exportaron progresismo a casi todo Occidente y abrieron las puertas de su patria a una migración descontrolada, una invasión, en realidad.

Hoy es el ciudadano francés quien tiene que ver como sus barrios son convertidos en guetos islámicos, son ellos quienes soportan la inseguridad del narcotráfico africano, son sus hijas que perdieron la libertad de circular en las calles sin el velo para el cabello, y son quienes se enfurecen cuando toda su nación está siendo saqueada. Todo eso sucede ante un Macron que pretende solucionar el problema impidiendo que su población se mantenga informada.