Hay algo que debemos reconocerle a la izquierda: su capacidad para crear mitos. Básicamente, los activistas zurdos son publicistas que pretenden lavar la cara de los tiranos. Además, de hacer pasar por bueno aquello que es malo, y viceversa. Con total cinismo pueden llamar a Cuba «la mejor democracia del mundo», o poner a Bolivia como ejemplo de éxito económico. Con todo, la muestra más grande de sinvergüenzura de la izquierda gira alrededor de Fidel Castro.

El comandante y sus panegiristas se encargaron de montar el relato sobre unas enormes y casi sobrehumanas capacidades de liderazgo y combativas. Pero gente que combatió al lado de Castro dio testimonio de lo contrario.

Por ejemplo, Huber Matos, uno de los históricos comandantes de la Sierra Maestra, relató en varias oportunidades, pero en especial en su libro: Cómo llegó la noche, las estrategias alocadas y poco inteligentes de Fidel; su cobardía ante los aviones de la Fuerza Área cubana; los asaltos a propiedades de humildes campesinos; y sus acuerdos con los productores de marihuana, todo eso en pleno desarrollo de la revolución.

Por su parte, en su obra La máquina de matar el escritor argentino Nicolás Márquez desmiente la falsedad de la guerrilla rural como el factor clave en la caída de Fulgencio Batista. Ya que durante gran parte de la campaña los rebeldes cubanos (urbanos y rurales) contaron con apoyo internacional. De hecho, en marzo de 1957, el propio comandante Matos se reunió con el presidente de Costa Rica, José Figueres, para conseguir armamento.

Empero la asistencia no fue solamente internacional. Verbigracia, la toma de la ciudad de Santiago de Cuba no paso de ser una alegre caminata. Puesto que las Fuerzas Armadas y La Policía se sublevaron contra Batista y su régimen. Incluso el jefe de la policía de Santiago, Bonifacio Haza, ofreció sus hombres al servicio de la causa rebelde.

El 1 de enero de 1959, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Huber Matos ingresan triunfantes a La Habana. La mayoría del pueblo cubano esperaba que se restaure la constitución de 1940. Asimismo, la convocatoria a elecciones libres. Sin embargo, Castro estableció un sistema personalísimo, cuyo eje de poder era él. A partir de ese momento los cubanos entraban ―penosamente, continúan― a una dictadura cuyas características centrales son el terrorismo de Estado y el crimen organizado. Con el agravante que las principales victimas fueron muchos de sus compañeros de causa, entre ellos, los comandantes Cienfuegos y Matos.

En palabras del jurista y politólogo boliviano, Carlos Sánchez Berzaín: «El castrismo es una forma de comunismo personalista y totalitario acomodado a la conveniencia de su creador.  Se trata de la falsa doctrina del régimen de un solo hombre con la que por 63 años se ha oprimido al pueblo cubano, extendiendo la ignominia con la agresión a otros pueblos del mundo, especialmente en América Latina.  Se utiliza para la denominación de una tiranía mitificada en la idealización de una quimera que resultó en crímenes de lesa humanidad ―narcotráfico incluido-que no pueden quedar en el olvido».

Existen pruebas fehacientes de las relaciones delincuenciales entre Fidel Castro, Roberto Suárez, Klaus Barbie Altmann y Pablo Escobar. Incluso el sicario de confianza de El patrón, John Jairo Velásquez Vásquez, mejor conocido como Popeye, en una entrevista con el periodista Normando Valentín, reveló que Gabriel García Márquez fue un contacto clave entre el dictador cubano y los cárteles colombianos.

El periodista brasileño Leonardo Coutinho, en un trabajo para la revista Veja, explica que la imagen de «estadista» y «revolucionario» de Fidel no es más que un simple teatro montado, una farsa. En realidad, Castro es la cabeza de un gran cártel de narcotráfico que tiene capturado a gran parte de Iberoamérica.

A costa de la vida y la libertad de millones de cubanos, nicaragüenses, venezolanos, bolivianos y otros, Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega y Evo Morales han montado la más peligrosa pandilla transnacional. La pregunta clave es: ¿habrán dejado un crimen sin cometer? La historia nos dice que no.