España ha superado a Alemania como principal destino de las solicitudes de asilo en la Unión Europea. El cambio, que nada tiene de variación menor, marca un giro en la dinámica de inmigración del continente, y explica por sí solo la gravísima situación social y política de la que comienza a ser consciente la mayoríad de la población.
España recibió en mayo de 2025 un total de 12.800 solicitudes de asilo, frente a las 9.900 de Alemania, país que tradicionalmente ha absorbido el grueso de los refugiados en Europa. Aunque en términos absolutos Alemania sigue liderando el número de concesiones acumuladas, el sorpasso mensual refleja un cambio de patrón.
La reducción de solicitantes sirios, a los que según Bruselas amenaza en menor medida un yihadista radical que Al-Asad, ha dejado un hueco que ha sido rápidamente ocupado por otros flujos, especialmente iberoamericanos, que no siempre huyen de guerras o persecuciones, sino de contextos socioeconómicos inestables.
El efecto llamada
Aunque las cifras se presenten como reflejo de la «solidaridad europea», lo cierto es que el sistema de asilo es una puerta trasera para la inmigración irregular, especialmente en países con procesos de tramitación lentos y beneficios automáticos para el solicitante (NIE, empadronamiento, acceso a ayudas sociales…).
Cuando el asilo es una vía sencilla y legal para llegar a Europa, deja de ser una herramienta humanitaria para servir de coladero. Muchos solicitantes retiran su petición una vez obtienen cierta estabilidad, o simplemente la presentan sabiendo que, aunque sea rechazada, habrán ganado un año, o más, de estancia legal en Europa. Las políticas de fronteras abiertas terminan fomentando un uso estratégico del sistema, perjudicando tanto a los verdaderos refugiados como a las sociedades receptoras.
De Siria a Venezuela
En mayo de 2025, los principales países de origen de los solicitantes en la UE fueron Venezuela, Colombia y Perú en el caso de España e Italia, Bangladés en Italia o Afganistán, Haití y RD del Congo en Francia. Muchos de estos países, aunque golpeados por crisis políticas o violencia, no cumplen necesariamente con los requisitos jurídicos del estatuto de refugiado.
En España, menos del 20% de las solicitudes se resuelven favorablemente y en el caso de las provenientes de Venezuela, el porcentaje roza mínimos. La falta de filtros reales está generando una presión insostenible sobre las sociedades de acogida, desde los servicios sociales hasta el mercado laboral. La saturación de centros, los retrasos en los procesos y la necesidad de recursos son sólo algunos de los problemas de primera derivada, mientras crece la inseguridad y la tensión social donde se concentra la población recién llegada.
Sistema fraudulento
Convertir a España en el principal destino de asilo en Europa no tiene nada de éxito. Es, bien al contrario, la evidencia de un sistema fraudulento que hace pasar por derechos los privilegios, por acogida la importación de mano de obra casi esclava y por solidaridad el tráfico de personas.
El asilo está para lo que está. O debería. Abrir las fronteras sin condiciones ni exigencias es una política que desborda a los Estados, erosiona la convivencia y el porvernir en las sociedades receptoras y, en última instancia, pone en peligro la identidad de algunas de las civilizaciones más antiguas y longevas de la humanidad.