Durante la tarde de ayer Israel bombardeó el Líbano y a mí ya sólo me queda LA IBERIA para denunciar esta masacre. Miles de cohetes, explosiones y misiles han dejado medio millar de muertos y yo me pregunto si ACOM vendrá a por mí con algún tuit lastimoso. Según la propaganda oficial del régimen israelí todos ellos eran terroristas, pero yo ando algo extrañado: llamo a Beirut y me confirman la muerte de decenas de niñas, de ancianos y más de una mujer embarazada. Qué familiares me parecen estos terroristas. Cualquiera diría, ay, que no lo son.

El sur del país está colapsado ante la inminente amenaza de destrucción masiva. Netanyahu, ese embajador de la Gehenna, ha mandado un videomensaje a los libaneses pidiendo que se recluyan en el centro del país: «Les urjo a abandonar las zonas ocupadas por Hezbollah. Tomen esta advertencia en serio. Salgan de los territorios en peligro. Una vez que hayamos terminado nuestras operaciones, podrán volver a sus hogares a salvo». Tiene gracia esta forma de supremacismo que permite la vuelta a los escombros, cuando mandarlos a Chipre o a campos de trabajo forzado hubiese resultado menos obsceno.

Hay algunos que piensan que Hezbollah es Hamás y toda la pedagogía del mundo me parece poca para explicar lo contrario. No son lo mismo; no se parecen ni una miajita. De esto ya hablaremos pero lo más parecido a Hezbollah que hay en España es el PNV, aunque esto me merezca una querella de Ortuzar. He estado con ellos, los he visto de cerca, he conocido su historia (por supuesto criminal) y he comprobado que nada tienen que ver unas milicias paramilitares con una organización terrorista. El ojo birojo de Netanyahu ha puesto los cohetes de las FDI apuntando a toda la región, y ahora me dicen que Tiro y Sidón son enclaves del terrorismo cuando esas bíblicas calles —corta memoria la del judaísmo— amanecen llenas de mercantes, escolares y familias.

En todo esto, sin embargo, hay algo más terrible que la media sonrisa del Gobierno israelí: el aplauso de sus palmeros occidentales. Que la postura más sensata del conflicto la tenga Albares habla mucho de dónde está la oposición, espectadora circense de los nuevos trapecismos de Likud. En su fotogalería por los kibutzs próximos a Gaza, Santiago Abascal se echó de amigo a Amichai Chikli, ministro de la Diáspora. El tipo ha pedido reiteradamente la anexión del sur del Líbano, la invasión completa de las zonas descontroladas y el borrado de las fronteras. La integridad territorial es uno de los pilares de la Agenda España y pienso que eso de reclamar para ti lo que callas para otros tiene un nombre.

He escuchado repetidamente esa mentira de que Israel es la única democracia de Oriente Medio. El único país que no pega a los homosexuales, una tierra de bendiciones para aquellas que visten minifalda, hogar para los que no creen en nada. Algunos se han creído esto y por eso el Líbano aparece como un vecino malvado, tan intolerante y violento. Y yo no he encontrado en la faz de la tierra, en ninguno de sus continentes, un país que se parezca tanto a España como el Líbano. Sus gentes y costumbres, su huso horario y alimentación, su fe y su marchamo mediterráneo, me hacen ver en la invasión a, pongamos, Marjayoun, una suerte de ataque a Málaga. ¡Se parecen tanto! Por eso proteger el Líbano es la forma más evidente de defendernos nosotros.

Pablo Mariñoso
Procuro dar la cara por la cruz. He estudiado Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Escribo en La Gaceta, Revista Centinela y Libro sobre Libro. Muy de Woody Allen, Hadjadj y Mesanza. Me cae bien el Papa.