El próximo domingo se celebrerá la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Han cambiado mucho las cosas desde que se inició la precampaña electoral, allá por noviembre. Si la política española nos ha enseñado en los últimos años que es volátil a más no poder, la francesa ha demostrado que tiene poco que envidiarle. Ya nada es como hace unos meses.

Uno de los grandes cambios en el tablero político ha sido la posición de Éric Zemmour en las encuestas. Tras el anuncio de su candidatura, el polemista tenía todas las papeletas para pasar a segunda vuelta y coronarse como líder indiscutible de la derecha francesa. Ahora es un actor completamente secundario en los comicios. Nadie le teme. Ni siquiera Marine Le Pen, su competidora directa.

La otra gran damnificada por el paso de las semanas ha sido Valérie Pécresse, considerada en un primer momento como la gran favorita para desalojar a Macron del sillón presidencial. Actualmente ninguna encuesta le da más del 9% de los votos en la primera vuelta. La candidata republicana no se ha sentido demasiada cómoda en esta campaña, pues su personalidad es bastante moderada y ha tenido que bajar al barro para enfrentarse a Le Pen y Zemmour, dos candidatos con un perfil mucho más combativo.

Ya en sus primeros días como candidata electa, aseguró que era una mezcla de Margaret Thatcher y Merkel, algo que carece de sentido por completo pues las diferencias entre La dama de hierro y la mandataria alemana son infinitas. Siguiendo con esa línea, durante estos meses ha tenido que nadar entre dos aguas, intentando que su votante más moderado no se fuera a las filas macronistas y que su votante más de derechas no se sintiese atraído por los cantos de Zemmour y Le Pen. Ha sido un completo fracaso.

También en el lado izquierdo del tablero han cambiado muchos de las cosas. A finales de 2021, ningún partido de izquierdas tenía posibilidad alguna de alcanzar el Elíseo. Eso ya no es así. Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, no para de crecer en las encuestas. Es extraño el sondeo que no da al candidato ultraizquierdista al menos el 15 % de los sufragios. Hoy ocupa la tercera posición según todas las casas demoscópicas, a pocos puntos de Le Pen. Parece complicado que a tan pocos días de los comicios pueda colocarse por delante de la candidata de RN, pero todo puede ocurrir.

La estrategia del líder comunista está siendo la de apelar al voto útil. Y hace bien. El partido socialista de Anne Hidalgo apenas cosechará un 2,5 % de los votos, mientras que el Partido Comunista logrará un porcentaje similar. Unos votos que unidos en la figura de Mélenchon podrían dar una alegría a la maltrecha izquierda francesa.

Probablemente, uno de los hechos más sorprendentes de esta campaña ha sido el ascenso de Marine Le Pen, a la que muchos creían completamente desahuciada al comenzar la carrera hacia el Eliseo. Desde la irrupción de Zemmour, Le Pen ha asistido atónita al abandono de varios primeros espadas de su partido, empezando por su sobrina, Marión Maréchal. También fue abandonada por Nicolas Bay, eurodiputado de la formación derechista.

Sin embargo, pese al goteo de deserciones y la lluvia de críticas, Le Pen no ha parado de crecer en las encuestas. Este miércoles el periódico Le Monde publicaba un sondeo que daba como vencedor a Macron con un 26,5 %, seguido de Le Pen con un 21,5 %. A comienzos del mes de marzo todas las encuestas daban a Le Pen como tercera o cuarta fuerza, con aproximadamente un 14% de los votos.

Con una gran diferencia respecto a hace un mes, la empresa Harris publicaba el 4 de abril un sondeo que pronosticaba una segunda vuelta muy igualada, con Macron con el 51,5 % de los votos y Le Pen con el 48,5 %.

Pese a que el viento sopla a su favor, Le Pen no debería confiarse. Lo cierto es que las encuestas siempre han inflado a la candidata nacionalista. La última prueba de ello la podemos encontrar en las elecciones regionales de junio de 2021. Todos los sondeos pronosticaban que por primera vez en su historia el partido de Le Pen podría hacerse con el gobierno de la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. La realidad fue que el partido empeoró los resultados de los comicios celebrados en 2015.

Ciertamente, parece demasiado complicado que Marine Le Pen se alce con la victoria. Por mucho que se acerque a Macron, arrastra un apellido que pesa demasiado. Y, aunque es cierto que ha hecho muchos esfuerzos por modernizar la imagen del antiguo Frente Nacional, no ha podido desprenderse de ese carácter extremista y antisemita de su fundador. Básicamente porque es su padre.

Sea como fuere, Le Pen se lo juega todo en estas elecciones. Ya en 2017 el partido se sumergió en una profunda crisis, pese a mejorar los resultados respecto a 2012. En esta ocasión, de nuevo, no basta con obtener más votos que hace cinco años. Tiene que ganar. De lo contrario perderá la presidencia de su partido.

En cuanto al actual inquilino del Eliseo, Emmanuel Macron, hay que destacar que aparece como favorito en todos los sondeos. Pero no lo tendrá tan fácil como se las prometía. Aunque las encuestas le dan como vencedor, la ventaja sobre sus competidores no para de disminuir. Mientras que a principios de marzo la diferencia sobre Le Pen era de 15 puntos, ahora apenas es de 2 en el mejor de los casos. Por esta circunstancia, en los últimos días ha quedado patente la preocupación de Macron, llegando advertir a sus electores lo siguiente: «Decían que el Brexit era algo imposible, no quiero la arrogancia ni tampoco el derrotismo: quiero la movilización general y la acción».

Lo que parece claro es que Macron tiene asegurado su pase a la segunda vuelta, acompañado muy probablemente de Marine Le Pen. Así, parece que una vez más Francia tendrá que elegir entre el susto y la muerte, aunque no esté demasiado claro quién es quién.