España, otrora país en el que la gente llegaba en hora cuando cogía un tren y dormía con la puerta abierta, está sufriendo una ola de violencia que es un síntoma de la que se nos viene encima. En Torre Pacheco los españoles son una minoría fáctica. Sus ciudadanos no pueden salir a la calle de noche, so peligro de paliza a manos de escuadras de salvajes que andan «a la caza de españoles» y pasean banderas marroquíes por sus calles en un afán de conquista que poco a poco está tomando forma.
Recientemente, una joven tutelada canaria fue quemada viva por un magrebí llegado en patera hace apenas un mes que tenía orden de expulsión. En el paseo del Prado, esa avenida tan céntrica del Madrid de «todos los acentos» que pregona Ayuso, otro joven fue apuñalado por la espalda. Por seguir en la capital, dos niñas de seis y ocho años fueron abusadas por un expolicía colombiano que venía a entregar un paquete en el ascensor de su urbanización en Montecarmelo ¿La respuesta? En Torre Pacheco, negociar con los imanes; en Canarias, seguir financiando a las mafias; en Madrid, fomentar esa inmigración.
La inmigración desmesurada y sus consecuencias son una negligencia más de un estado disfuncional que trabaja en contra de los que lo sustentan. Falsas soluciones pregonadas por falsos hombres de Estado que se preocupan exclusivamente de sus bolsillos. La desconexión entre lo que se discute en las cámaras y lo que preocupa al pueblo es total. Mientras miles de españoles morían abandonados por el virus, la organización criminal socialista —ahora ya se puede decir— se dedicaba a montar orgías en paradores. Con centenares de compatriotas sepultados bajo el barro, el tema a tratar en el Congreso era la conveniencia de tal o cual consejero para una RTVE que hace tiempo dejó de ser de todos y, con el drama migratorio, se decidió expulsar a Vito Quiles.
La prensa, cómplice con el blanqueo de estas injusticias, también debe de pagar. Se ha vilipendiado al valiente pueblo de Paiporta por responder a Pedro Sánchez como merece, se ha tachado de nazi a Torre Pacheco por negarse a ser extranjeros en la tierra de sus ancestros.
La izquierda, antes tan comprometida con el feminismo, calla con las violaciones en masa según la nacionalidad. Por la chica quemada en Canarias nadie ha publicado un comunicado ni ha llamado a la concentración, por un pico de otro socialista corrupto hay gente sentada en un banquillo a declarar. Estamos ante una izquierda que odia a España y a los españoles y como respuesta tiene a una derecha cobarde y cipaya supeditada una Unión Europea que hace tiempo que dejó de responder por sus estados miembros.
El rey está desnudo y es hora de que el pueblo tenga coraje para señalarlo. Cincuenta años de Régimen del 78 nos han llevado a esto. Un estado de derecho podrido, asesinos con sueldo público, fronteras de cartón, regionalismos fomentados desde el aparato estatal, funcionarios con corona y prostitutas en puestos de responsabilidad. Tengamos algo de dignidad, digamos basta.