Me imagino que ya sabéis de qué va a ir esto, pero me voy a hacer de rogar un poco. Todo este espectáculo me ha recordado que una persona muy cercana a mí, refiriéndose al Código Penal, me suele decir que en la primera página debería aparecer, sin más preámbulos, un claro y rotundo: «Por tonto». Y es que muchas veces, no sólo en el ámbito del derecho punitivo, nos vamos por las ramas y le damos vueltas a las cosas buscando porqués cuando la explicación más clara es esa. Por tonto. Así que sí, si alguien me pregunta por el leñazo de Will Smith a Chris Rock en la gala de los Premios Oscar ya sabe mi respuesta: se ha llevado un tortazo por tonto.

A los de los límites al humor, que os veo venir, ya os digo que por ahí no. La libertad de expresión es un paraguas que abarca tanto el insulto como la burla más despiadada. Ante las palabras, la palabra. Si bien, el bufón que busca herir es consciente de que juega con fuego y, por lo tanto —o por lo tonto— sabe que si traspasa cierta línea invisible puede encontrar algo más que palabras.

También os digo que esto de condenar la violencia porque sí no me va. Tal vez estén hablando por mí mis códigos de barriobajera de Teis —que también forman parte de mí para qué negarlo—, pero aplicar un correctivo a tiempo funciona como si de un freno de mano se tratase, pues consigue que los listillos bajen una marcha y sigan circulando con normalidad. Que nunca está justificada, dicen. Mientras, yo me pregunto qué hubiese sucedido si, en lugar de Will, se hubiese levantado Jada, pero soy consciente de que la sociedad no está preparada para esta conversación. Lo importante, al parecer, no es el qué sino el quién.

Sólo en una época en la que Blando es el nuevo macho, como señala Esperanza Ruiz en Whiskas, Satisfayer y Lexatin, nos podría sorprender el hecho de que un hombre tenga un gesto noble o heroico dirigido a proteger el honor de su esposa o su familia ante lo que considera una ofensa. ¡Cómo se atreve! —dicen los que inmediatamente le cuelgan el sambenito del machismo. ¡La conducta de un hombre ejemplar debería ser rehusar de actuar y dejar que ella se defendiese sola! ¿De verdad hay que explicar que salir en defensa de alguien no presupone que le niegues su capacidad de hacerlo o es que esto de la masculinidad tóxica es la excusa perfecta para los cobardes?

Cómo de jodida tiene que estar esta crisis de testosterona para que haya que someter a escrutinio público algo tan elemental como que un hombre salga en defensa de su familia. Cómo de grave tiene que ser la crisis de valores para que se trate como un fenómeno excepcional y único, digno de analizar con precisión quirúrgica y desde todas las áreas del conocimiento, algo tan básico como poner en su sitio a aquél que se ha pasado listo con los tuyos.

Tengo claro que el maremágnum de reacciones se mantendría si Will Smith se hubiese ahorrado el tortazo y sólo hubiese pronunciado: «Keep my wife’s name out of your fucking mouth!», pues la polémica suscitada es otra. Aún así, habrá personas que seguirán sin entenderlo. Para ellos, ni agua. O bueno, sí. Para ellos, un ejemplo patrio salido de la cloaca de Telecinco que, tal vez, al ser pronunciado por una mujer consiga traer a los bobalicones del amor tóxico de nuevo a la realidad: «Yo, por mi hija, ma-to».