Cada 8 de diciembre, se celebran en los acuartelamientos de infantería españoles actos y desfiles en honor a la Inmaculada Concepción. La fecha no está puesta al azar, pues es en honor a la acción de los soldados de los tercios españoles que, en inferioridad numérica y hambrientos, lucharon frente a rebeldes holandeses capitaneados en 1585 por la imagen de la Inmaculada Concepción en lo que pasó a llamarse el milagro de Empel.

La devoción mariana ha tenido una larga tradición en España, en la Edad Media con baluartes como Fernando III, el Santo, que portó el estandarte de la Virgen de los Reyes en sus operaciones militares por Andalucía o la propia Isabel, la Católica, bajo cuya protección se fundó la Ordo Inmaculatae Conceptionis en el año 1484. La propia Isabel cedió a santa Beatriz de Silva el Palacio de la Galiana de la ciudad de Toledo para que la orden de religiosas se instalase.

El culto a la Inmaculada Concepción, de especial importancia con los monarcas de la Casa de Austria, continuó bajo patrocinio regio en España. De hecho, el papa Clemente XIII, a través de la Bula Quantum Ornamenti el 25 de diciembre de 1760, la nombra Patrona de España, las Indias y todos sus reinos. En el ámbito castrense, cabe destacar el esfuerzo del entonces Inspector General de Infantería, D. Fernando Primo de Rivera, cuando elevó al Ministerio de Guerra una solicitud para que la Inmaculada Concepción fuera nombrada Patrona del Arma el 27 de julio de 1892. Tras ser trasladada la petición a la Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, la nombró Patrona del Arma de Infantería, con advocación de Purísima e Inmaculada Concepción, mediante Real Orden el 12 de noviembre de 1892.

Empel: el lugar donde se forjó la leyenda

Después de haber puesto fin al sitio de Amberes, el capitán general del Ejército de Flandes, Alejandro de Farnesio, envió a finales de 1585 la isla de Bommel, encajonada entre los ríos Waal y Mosa, a tres de sus tercios, italianos y españoles al mando de Francisco Arias de Bobadilla y Juan del Águila para acabar con la resistencia rebelde. A principios de diciembre, estos tres tercios, junto con una compañía de arcabuceros y las piezas de artillería, cruzan el rio Mosa en barcas y se despliegan en la zona este de la isla de Bommel, en los pueblos de Hurwenen, Dooring y Rossum, próximos al canal de Sint Andries.

Consciente de estas maniobras, el comandante de las fuerzas rebeldes Philippe de Hohenlohe-Neuenstein, Hollack, decide romper el curso del agua, inundando la zona, del canal para cercar a los tercios y darles menos tiempo para ponerse a salvo. Los españoles, al mando de Bobadilla y previendo el plan de Hollack, logran replegarse bajo el fuego de la artillería y de las armas rebeldes. El 3 de diciembre, los hombres logran llegar, empleando también botes y barcas, a un dique paralelo al sur del cauce del Mosa, el cual tenía una amplitud de 3.800 metros, desde el antiguo pueblo de Empel hasta una esclusa conocida como sluis Empel.

Los 5.000 españoles que allí se encontraban, sufrieron el constante acoso de Hollack, quien había dado orden de que no cesara el fuego de artillería, sin tener los soldados un sitio apenas en el que cubrirse. Los soldados tuvieron que cavar trincheras para resguardarse, además de los ataques enemigos, del frío, la humedad y el aire que azotaban la zona del dique. El intento de hacer una evasión resultaba en ese punto imposible, debido al bloqueo naval que Hollack había ordenado hacer a sus buques, por lo que los españoles tuvieron que replegarse y refugiarse en una isleta cercana a la capilla de Empel, donde los barcos rebeldes podían batir fuego sobre ellos desde cualquier zona.

El 4 de diciembre, Bobadilla logró informar a Pedro Ernesto, primer conde de Mansfelt, lugarteniente de Farnesio, sobre la situación de cerco que vivían y solicitó el rescate. Durante estos días, en los que los víveres comenzaban a escasear, Bobadilla optó por que los españoles mantuvieran una defensa activa, respondiendo a los barcos de Hollack con disparos de las seis piezas de artillería que estaban en posesión de los tercios.

Con los soldados desembarcados y parapetados, intensificando el cerco sobre las posiciones españolas de Empel, la situación del 7 de diciembre no era nada favorable para los tercios. El alimento se había acabado y el hambre y el frío causado por la omnipresente lluvia estaban haciendo mella entre los soldados. Bobadilla ordenó entonces que se pasara a la ofensiva y se atacara a los rebeldes sobre las posiciones al oeste de Bolduque. El capitán castellano aconsejó en ese momento a sus hombres que pidieran a Dios que les ayudase. Fue entonces cuando un soldado español que cavaba un agujero para refugiarse de la lluvia y el fuego enemigo en las proximidades de la capilla de Empel encontró algo que le impedía seguir excavando: una tabla de madera con la imagen de la Inmaculada Concepción.

La noticia se extendió con rapidez entre las filas españolas, quienes recobraron la ilusión al considerar dicho acontecimiento como un hecho milagroso. Prestos, el propio Bobadilla y una multitud de bragados soldados, fieros en combate, veteranos y castigados por la lluvia, el frío y el hambre, se congregaron en torno a la imagen de la Virgen y, arrodillados y tumbados en el barro, pidieron por su salvación. Se improvisó entonces una procesión en la que los españoles pidieron la intercesión de la Virgen manifestando, según la crónica de Estrada, «que ellos prometían ser sus perpetuos esclavos, si los sacaba a salvamento».

Infundidos por el coraje que les había proporcionado el haber encontrado la imagen de la Virgen, rodeados, hambrientos, empapados y con la práctica certeza de la muerte, Bobadilla y sus hombres decidieron atacar los grandes navíos enemigos. Esta noticia llegó también a oídos de los ciudadanos de Bolduque, cuya población también se echó a la calle clamando al cielo por una intervención divina, organizaron procesiones y desfilaron con imágenes sagradas.

Bajo la consigna de Bobadilla que decía «los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos», con un frio que había arreciado y con el apoyo de la artillería del Tercio del Águila, los soldados españoles se lanzaron sobre las posiciones de Hollack, causando que los navíos rebeldes huyeran en desbandada. La bajada de temperaturas propició que algunos buques quedaran encallados en el hielo, siendo objeto de una intensa descarga de artillería de los soldados de los tercios. Las posiciones rebeldes en tierra fueron tomadas al asalto, sufriendo estos un importante número de bajas y de naves destruidas.

El milagro de Empel se había producido ese 8 de diciembre de 1585 y la imagen encontrada de la Inmaculada Concepción que había acompañado a los soldados fue llevada a Bolduque, donde se organizó de forma inmediata la cofradía de los soldados de la Virgen concebida sin mancha. La gesta de Empel es otro de los episodios en los que el triunfo vino de forma inesperada y en una situación adversa de los españoles, donde destacó su arrojo y valentía frente al hambre, el frío y la inferioridad numérica que sufrían. La imagen de la que hoy es Patrona de España infundió valor a los soldados y nos hace recordar esas crónicas que narran como otros grandes de nuestra Historia, como el primer conde de Castilla, Fernán González, Hernán Cortés o don Juan de Austria, portaban imágenes de la Virgen antes de entrar en batalla, haciéndola testigo y partícipe de las glorias militares.