Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?

Si bien el Festival Eñe 2022 tenía como país invitado a Argentina, la frase que da título a esta columna no se refiere a la trágica muerte de Alfonsina Storni ni a ninguna otra. La frase, pronunciada por Manuel Vicent en conversación con Antonio Lucas, se refería, en realidad, a todos nosotros. Aquellos ilusos que amamos el mar, leemos sobre el mar y pretendemos escribir sobre el mar como si del mar quedase una sola palabra por decir o un verbo por conjugar. Lo dejó Vicent bien claro: el que dijo por primera vez eso de «labios de rubí» era un genio, el que lo dice hoy está haciendo el ridículo. Con el mar pasa lo mismo, no caer en tópicos es una labor casi imposible.

Sin embargo, vinieron al Eñe Vicent y Lucas a contar unas cuantas cosas que, aún a riesgo de haber sido ya escritas, trasladaron a la audiencia mucho más allá de la costa, donde el mar es una continua agresión. Lo sabe bien Antonio Lucas, que vivió una campaña en el caladero de Gran Sol (un lugar remoto entre los paralelos 48 y 60) y volvió para contarlo en Buena Mar (Alfaguara, 2021),

¿Saben que los marineros no miran hacia el mar? Siempre están de espaldas porque ven en él una extensión infinita y eso les oprime. Cuando hay temporal, el todo les resulta insoportable, «el todo te destruye», dijo Vicent. Para superarlo, dividen el mar en olas y las van contando: ola, ola, ola. Hasta que el temporal pasa. Es, según dicen, la única manera de sobrevivir.

Y nos recuerda Vicent: por eso Ulises llora cada vez que se embarca, porque sabe a lo que se enfrenta. No hay cosa más hortera (sic.) que embarcase sin precauciones, sin tener todo previsto para cuando el temporal arrecie.

Entonces, si sobre el mar está todo escrito y además es un lugar inhóspito, ¿por qué queremos leer, escribir o hablar sobre el mar? El mismo Vicent nos lo aclara: descubrí el Mediterráneo porque, al venir a Madrid, lo había perdido. Pero el mar es engañoso, como los sueños, se desvanece literariamente cuando uno cree estar a punto de alcanzarlo. Cuando lo pierdes, el mar se transforma en una categoría de la mente.

Así, durante una hora y media, Manuel Vicent y Antonio Lucas no dejaron de hablar de las inclemencias del mar, las acometidas de los temporales y la desolación de la inmensidad, consiguiendo crear exactamente el efecto opuesto. Desembarcamos del Eñe sedientos de historias, aventuras y conversaciones sobre el mar.

Una vez en la calle, un frío intenso me cortó la cara, no me sorprendió, era lo normal: yo seguía en la amura de un barco.