Si algo comparten esto de la Navidad y eso del buen cine es que nos hacen sentir siempre en casa. Al menos a mí me ocurre que cuando paseo por Oviedo y veo toda esa iluminación navideña siento un poco un calor, unas ganas, un no se qué en la barriga, unos nervios de noche de Reyes muy parecidos a los que siento cuando pongo en la pantalla alguna de mis películas favoritas. Las sensaciones son tan parecidas que se me antojan iguales, casi tanto que podría confundir las ganas de unos polvorones Felipe II con las de ver en la pantalla unos títulos de crédito nombrando a Cary Grant, Woody Allen, Deborah Kerr, John Ford, Julie Andrews, Walter Matthau, Jean Simmons, Michael Caine o tantos otros. La sensación es la misma: agradecimiento por haberme hecho volver a casa veces en las que estaba, o me sentía, muy lejos de ella.
A lo largo de estas fechas hay ciertos buenos amigos que, insensatos, me piden algunas recomendaciones para ver en Navidad, sugerencias que me parecen realmente difíciles de hacer. «Oye, tú que sabes mucho de cine, ¿qué películas debería ver ahora en Navidad?» Y uno, que ni sabe mucho de cine ni es aficionado a hacer recomendaciones, o bien hace eso de mutis por el foro evitando el compromiso u opta por tirar de lo que viene siendo el canon. Por lo que nunca he optado es por sincerarme del todo, un poco por pereza y un poco por miedo, y decir que lo que realmente creo que uno tiene que ver en Navidad, con el turrón en la mesa, el cotillón esperando la hora de las Campanadas y los regalos bajo el árbol, son aquellas películas que le hagan sentirse en casa. Aquellas que le traen de nuevo a la nariz el olor de un salón familiar, a los oídos los villancicos que ponía su abuela año tras año en el tocadiscos, al tacto las caricias de su madre, a la boca el sabor del roscón de Reyes que desayunaba jugando con los regalos de Sus Majestades y a los ojos… bueno, a los ojos algunas lágrimas por lo ya vivido, nostálgicas, pero felices.
Quiero decir que las mejores películas de Navidad son esas que, como ella misma, nos hacen sentir nosotros mismos y querer compartirlo con los demás. Esas que son un poco como la visita de los espíritus en el Cuento de Navidad de Dickens y nos hagan ver la vida con ternura, cariño y amistad. En las que nos quedemos a vivir cuando parezca que no hay nada fuera de ellas que merezca la pena. Esas que son refugio y trinchera —entiéndanme esto último— y que nos demuestran que antes que nosotros ya hubo alguien que sintió lo mismo, que no estamos solos y que la vida, de verdad, vale la pena cuando la compartimos. Las mejores películas de Navidad, no me cansaré de decirlo, son las que demuestran que sigue viviendo en nosotros un niño cuyas mejores aventuras las vivía en su propia imaginación, que tenía la capacidad de sentirse bien y jugar cuando estaba solo y que, aunque costaba un poco, era capaz de dejar su juguete favorito a sus buenos amigos. Las mejores películas son aquellas en las que resuena nuestra madre llamándonos para cenar en el momento que el juego del escondite se estaba poniendo interesante o nuestro padre que acababa de llegar de trabajar compartiendo nuestras aventuras en el fuerte de los Playmobil. Las mejores películas para Navidad son las que uno, como decía, quiere recordar lo que es sentirse en casa. Y ese listado de películas es siempre creciente, pues no dejan de descubrirse títulos, año tras año, incluso entre los más insospechados.
Me he propuesto contarles esto sin escribir ningún título, sin caer en lo fácil de ir a las listas de películas navideñas por antonomasia y sin darles más orientación que la de un sentimiento: el amor que hay en un hogar. Deseo, de corazón, que mientras lo han leído les haya vuelto a la memoria algún título, quizá Siete novias para siete hermanos, o Centauros del desierto, o Mary Poppins, o Tú a Boston y yo a California, o Sonrisas y lágrimas, o El Crack, o algo de Bing Crosby, que es muy de Navidad, como Siguiendo mi camino y Las campanas de Santa María, o una de Paco Martínez Soria, o que sé yo. La cosa es que mañana es Nochebuena y pasado Navidad, resguárdense en el hogar, en la familia, en los amigos, en permitirse algunos excesos y en ese cine que les ponga algo de nostalgia en los ojos. Refúgiense en esas cosas que saben a ciencia cierta que sientan muy, pero que muy bien, que son fechas.