Un reciente artículo de la CNBC pone de manifiesto una falacia económica común en torno al concepto de inflación. El autor afirma que la inflación puede ser beneficiosa porque, “a medida que la inflación se afianza, los salarios también pueden aumentar”.
Esta afirmación, aunque engañosa, tiene una pizca de verdad. Para entender en qué se equivoca terriblemente, es importante comprender la diferencia entre los salarios nominales, simplemente la cifra que aparece en tu nómina, y los salarios reales, lo que tu nómina puede comprarte en relación con los precios. Porque, aunque es cierto que la inflación está asociada con un aumento de los salarios nominales, este aumento de los salarios nominales representa en realidad un período de salarios reales más bajos y de menor riqueza en general.
La inflación y el aumento de los salarios nominales
Para entender por qué el aumento de los salarios debido a la inflación no es tan bueno como parece, consideremos una ferretería. A medida que el gasto empieza a repuntar tras el fin de los cierres y restricciones por el virus, las estanterías de las ferreterías que estaban llenas de materiales de construcción empiezan a vaciarse. De hecho, como expliqué en un artículo anterior, el nuevo dinero creado por la Reserva Federal estimula un gasto aún mayor de lo habitual cuando la economía vuelve a la normalidad.
Para enfrentar a las mercancías que vuelan de las estanterías, las tiendas hacen varias cosas. En primer lugar, tienen que subir los precios de sus materiales de construcción para evitar la escasez de materiales a la venta. Esto contribuye a la inflación. En segundo lugar, las tiendas tienen que contratar —o volver a contratar— a trabajadores para reponer las estanterías y poner a la venta productos más caros.
Pero la contratación puede ser difícil. Digamos que el negocio ya tenía unos cuantos puestos de trabajo que ofrecían ocho dólares la hora. Ahora la tienda necesita aún más trabajadores para reponer las estanterías recientemente agotadas. ¿Cómo pueden atraer a empleados para que soliciten sus puestos? Fácil: la tienda puede aumentar los salarios a una tasa más alta, digamos, 10 dólares la hora. Si te detienes a pensar en eso, esto suena muy bien para los trabajadores. Pero para evitar la falacia de la CNBC, hay que seguir pensando.
La ilusión del dinero y los verdaderos salarios
La gente no valora la cifra de su nómina en sí misma. Para entender por qué, basta con responder a una simple pregunta. ¿Prefieres que te paguen 15 dólares la hora o 16 pesos la hora? Está claro que 15 dólares es la mejor opción. ¿Por qué? Pues, aunque 16 sea un número mayor que 15, sabemos que con 15 podemos comprar más bienes en realidad que con 16 pesos. Por eso el peso tiene menos valor que el dólar.
Este ejemplo ilustra que lo que le importa a la gente es lo que le compra su sueldo. Este concepto se llama salario real. Si le ofreces a alguien un sueldo con una cifra mayor, pero luego le dices que esa mayor cifra viene con la advertencia de que podrá comprar menos bienes y servicios en el presente y en el futuro, sería un tonto si aceptara el trato.
Volvamos nuestro ejemplo del trabajador de la ferretería. Imagina que trabajas en la ferretería antes de los cierres ganando 8 dólares la hora, y que pagas 200 dólares al mes por la comida. Para poder pagar los comestibles, necesitas trabajar 25 horas.
Ahora digamos que la ferretería te dio un aumento de 10 dólares/hora para que sigas trabajando para reponer los estantes. Sin embargo, como la inflación significa precios más altos, ahora tus comestibles cuestan 250 dólares. ¿Cuánto tiempo tardas en ganar lo suficiente para pagar la compra? Sí, exactamente el mismo tiempo. En este ejemplo, tu salario nominal ha aumentado de 8 a 10 dólares, pero tu salario real es el mismo.
Cualquiera que piense que el trabajador está mejor está sufriendo la ilusión del dinero. Están confundiendo los dólares con el bienestar.
Sin embargo, hay buenas razones para creer que la historia es aún peor que eso. ¿Por qué? Bueno, como admite el artículo de la CNBC, los aumentos salariales tienden a ir por detrás de la inflación. En otras palabras, hubo un periodo de tiempo en el que el trabajador seguía ganando 8 dólares la hora, pero el costo de la comida ya había subido a 250 dólares. En ese caso, hubo un periodo de tiempo en el que el trabajador tuvo que trabajar más de 31 horas para poder comprar exactamente los mismos comestibles. Los salarios nominales más altos no sólo no hacen que el trabajador esté mejor que antes de la inflación, sino que indican que el trabajador estuvo peor durante algún tiempo.
La cosa no acaba ahí. Si nuestro trabajador de la ferretería tenía algo de dinero guardado, digamos 1.000 dólares, ese dinero tiene ahora menos valor. ¿Por qué? Bueno, antes de la inflación, 1.000 dólares podían comprar cinco viajes (1.000 dólares/200 dólares) a la tienda de comestibles. Después de la inflación, sólo puede comprar cuatro viajes (1000/250).
Y, si bien es posible que las personas más ricas tengan acceso a instrumentos financieros para el almacenamiento de riqueza que protejan sus ahorros de la inflación, parece probable que las personas más pobres no tengan un acceso, igual de fácil, a estos instrumentos. Por lo tanto, la inflación no sólo conduce a una reducción de los salarios verdaderos durante un tiempo, sino que también absorbe la verdadera riqueza de quienes no tienen medios para evitar la inflación.
El arte de la economía
Cuando se consideran las políticas públicas, es fácil señalar un pequeño resultado (como el aumento de los salarios nominales) y considerarlo como una luz de esperanza si está aislado del panorama general (como la caída de los salarios reales). Por ello, es importante seguir el consejo del economista Henry Hazlitt al examinar las políticas y sus resultados económicos.
“El arte de la economía consiste en observar no sólo los efectos inmediatos, sino también los efectos a largo plazo de cualquier acto o política”, observó Hazlitt; “consiste en trazar las consecuencias de esa política no sólo para un grupo, sino para todos los grupos”.
Así que, al considerar el resultado de las políticas inflacionarias, deberíamos prestar atención a las palabras de Hazlitt y desconfiar de los falsos lados positivos.
Peter Jacobsen | FEE