El arte de permanecer imperturbable

La mayor revolución personal que nos queda

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«La nostalgia ya no sirve y el realismo nos sume en la depresión»
Carlos Marín-Blázquez

Hoy cualquier asunto se convierte en un campo de batalla. Y es normal: yo no puedo callarme cuando lo que se discute es el color de la hierba. Nos tienen viviendo en un plató-manicomio a varias generaciones a la vez. Las ideas que nos lanzan son tan disparatadas e inmorales que ¿cómo no vas a polarizarte cuando enfrente hay millones de conciudadanos desenvainando las espadas para defender que la hierba es azul? Somos una sociedad enfrascada en debates marcados por un notable abatimiento intelectual y moral.

La mayor revolución personal que nos queda es practicar el arte de permanecer imperturbables. En ningún caso se trata de desentenderse, sino de elegir qué merece nuestra atención y preocupación.

Tampoco hay que ser Marco Aurelio. Basta con mantener limpio nuestro espacio psíquico, a salvo de la propaganda deprimente. Álvaro Bernad lo resume: «Ve lo mismo alguien ciego que alguien deslumbrado, o sea, nada». No podemos estar a la última del caso Errejón sin todavía saber qué ocurrió realmente en la gota fría. ¡Que parecemos concursantes!

He perdido la cuenta de cuántos individuos llamados cambio climático han prendido fuego a España este verano. No tengo una idea clara de qué ha pasado pero una cosa parece evidente: no se quieren evitar los incendios. Lean esta afirmación en una esclarecedora entrevista a Alfonso Fernández Manso, ingeniero de montes: «La prevención requiere continuidad y planificación a largo plazo: mantener los montes gestionados, realizar tratamientos selvícolas, fomentar el pastoreo extensivo o abrir fajas de combustible. Son medidas más baratas y eficaces, pero que exigen presupuestos estables, coordinación entre sectores y una política que mire más allá de una campaña anual. Frente a ello, la extinción concentra recursos en un aparato operativo que se activa cada verano y que ha ido configurando una auténtica “industria del fuego”, con contratos temporales, alquiler de aeronaves y despliegues mediáticos».

Se podía evitar. ¿Por qué no se evita algo tan terrible, donde están en peligro las vidas de tantas personas? A la mayoría nos cuesta mucho aceptar que el propio Estado nos pone en peligro y nos abandona y acabamos entretenidos con cualquier contenido sedante.

Otros claman por dimisiones y nuevas elecciones. Como si las elecciones fuesen la gran palanca del porvenir, pero rara vez miramos hacia quienes realmente sostienen nuestras cuentas. Con un volumen total de deuda que supera un 110% del PIB, estando la mayor parte en manos externas, tenemos acreedores que quieren cobrar y lo harán sobre una economía anémica. Dónde nos deja esto cuando ya la carga fiscal que soportamos los españoles es asfixiante. Qué alternativa al PSOE sabrá encontrar la salida cuando la técnica ha sido sustituida por la política y no queda una institución solvente. No poner esto en el primer plano de nuestros problemas esteriliza cualquier debate.

Por tanto, es imperativo hacer lo que está en nuestra mano. Si nos van a arruinar —más—, al menos pasar al siguiente capítulo de la historia de España como un pueblo con sabiduría y honor. Y, para eso, te propongo pasar de —casi— todo y enriquecer la discusión con lo que merece la pena. Hemos visto al pueblo salvando al pueblo. Pero ese pueblo no puede caer en las trampas de quien le dispara.

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