Dicen que la fortuna consiste en andar escaso

La pobreza rampante del español obligará al Estado social y democrático de la Agenda 2030 a popularizar el vínculo entre «salvación» y «escasez» para mantener controlada a la multitud

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«Si hay una salvación posible de este mundo es recuperar la idea de escasez», ha afirmado recientemente un escritor de Estado en el periódico estatista por antonomasia, como si la evidencia de la escasez como hecho material cotidiano no fuera suficiente, el tipo nos pide que la recuperemos, además, como «idea».

El caballero olvida que la escasez es la esencia de lo económico (Julien Freund) y que toda teoría económica no deja de ser una forma de organizar los bienes escasos para librarnos de ella. Por tanto, la idea no se puede recuperar porque es imposible perderla al ser consustancial a cualquier acto económico, desde la administración del hogar hasta los Presupuestos Generales de su Estado, pasando por la contabilidad en sus distintas variantes.

Sea como fuere, este comentario sobre las penurias me hizo recordar una de las máximas de La Rochefoucauld: «El desprecio de las riquezas era en los filósofos un deseo oculto de vengar su mérito de las injusticias de la fortuna mediante el desprecio de los propios bienes de que ésta los privaba; era un secreto para protegerse del envilecimiento de la pobreza; era un rodeo para llegar a la consideración que no podían alcanzar por las riquezas». Con esto el moralista francés nos enseña que el elogio de las privaciones sólo puede tener su origen en pensadores orgullosos, pero con mala fortuna. Es decir, pobres de solemnidad que presumen de contención en el gusto y en los gastos.

Nuestro escritor de Estado, en cambio, hace añicos la máxima que acabo de transcribir, pues él desprecia la riqueza siendo rico. Cuando digo que es un hombre acaudalado no lo hago porque tenga la menor idea de su patrimonio, sino porque sólo un hombre satisfecho de su rebosante despensa puede vincular la «salvación» con la «idea de escasez».

Vuelvo a La Rochefoucauld para demostrar el anterior aserto: «La moderación de las personas felices proviene de la calma que la buena fortuna otorga a su humor». «Es la moderación un temor a incurrir en la envidia y el desprecio que merecen los que se embriagan con su felicidad; es una vana ostentación de la fuerza de nuestro ánimo, y, por último, la moderación de los hombres que han llegado a lo más alto es un deseo de parecer mayores que su fortuna». Sí, además de carajote, pudiente.

Como la pobreza rampante del español obligará al Estado social y democrático de la Agenda 2030 a popularizar el vínculo entre la «salvación» y la «escasez» al objeto de mantener controlada a la multitud, sirva este artículo para que cuando escuchen a escritores de Estado defender la virtud de la autorrepresión de las necesidades recuerden que no se encuentran ante un preclaro asceta, sino ante un ego gigantesco crecido al amparo de un nada desdeñable capitalito, al que le importa mucho la pobreza del prójimo, pero le importa aún más seguir haciéndose de oro siendo el dispensador autorizado de la moralina estatal que nos depaupera.

Profetas bulímicos de la cartilla de racionamiento, hacednos un favor: ¡uníos … y piraros! Tenemos mucho trabajo.

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