Yo tendría doce años por entonces. Era cuando todavía nos hacía ilusión ser monaguillos. Había Misa obligatoria y fuimos todos los de mi curso y los de un año más. Un chico mayor fue a comulgar. Cuando volvía al banco se acercó la mano a la boca, se sacó la hostia y se la metió en el bolsillo. Yo se lo conté a Angulo y fuimos a hablar con el cura. El cura nos dijo que llamáramos al chaval. Yo fui y le dije: «Te llama el cura». El chaval fue a hablar con el cura y claro, luego vino a por mí. Estábamos en el campo de fútbol. Me llamó chivato y me empujó. La cosa se quedó ahí.
Muchos años después Angulo, al que ya no le hace ilusión ser monaguillo, me recordó lo que nos dijo un profesor. «Muy bien chicos. Eso no es chivarse. Habéis defendido al Señor porque Él no puede defenderse en el pan». Igual la frase no fue tan redonda, pero la idea era esa: defender a Dios cuando Él no puede hacerlo.
Lo leo ahora y parece una historia de otra época. Pero sería 2011 o así. Tampoco hace tantísimo tiempo.
Me he acordado de la historia porque un sacerdote ha negado la comunión a una persona que vive abiertamente en pecado. Se han llenado los periódicos y las redes de todo tipo de comentarios, opiniones y debates. No tengo mucho que aportar, pero echo de menos que alguien diga esto, así que quiero aprovechar mi hueco aquí.
Es importante proteger a la Iglesia defendiendo sus enseñanzas y es importante proteger a las personas explicando bien esas enseñanzas para que podamos vivir bien aquí y luego ir al cielo. Pero defender a Cristo en la Eucaristía va antes. Ana Iris Simón escribió un artículo precioso en el que recordaba que «nuestro Dios anduvo en pañales». Es impactante si lo piensas. Pero más humillado que en pañales está Dios en un trozo de pan (más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz). Los que me enseñan que Dios está en ese trozo de pan me enseñan también unas normas para poder recibirlo bien. No tiene sentido recibir a un rey en una casa que no esté limpia. No se puede recibir al Rey de Reyes en un alma que no esté en gracia.
Creo que Angulo y yo fuimos valientes cuando todavía llevábamos pantalones cortos. Pero me parece que el cura que ha decidido negar la comunión es mucho más valiente. Enfrente tiene a todo el aparato mediático y político de un país. Nunca fue fácil jugarse el tipo por Dios. Pero seguro que merecer la pena.