El viernes anduve por el campus de Somosaguas como andaba cualquier concejal popular hace años por las calles de Hernani: con escolta. Digo que anduve por Somosaguas porque durante años hemos pensado que no se nos ha perdido nada allí, en ese recóndito Mordor universitario. Y pese a que nuestros esfuerzos han tratado de marginar aquel campus —virulento ecosistema, Wuhan de Podemos—, la realidad hoy nos dice que tenemos que recuperar lo que siempre debió ser de todos.

Media hora tuvo Casado en Sevilla para reivindicar su legado —je— y orgulloso espetó su postura sobre la despolitización de la justicia. Años tendrá Feijoó para decirnos que él más. Y sin embargo, ni unos ni otros han sido capaces de denunciar el secuestro que vive la universidad.

Hace no tanto ETA llenó de pasamontañas los pasillos de las universidades vascas, y pocos dijeron algo. El nacionalismo catalán llenó de esteladas los claustros de las universidades catalanas, y una minoría clamó ante semejante injusticia. Hoy, decenas de encapuchados llenan los pasillos de universidades públicas de propaganda y cancelación. Y, porque ya toca alzar la voz, fuimos a Somosaguas.

Fuimos escoltados por la policía porque en España aún existen sitios donde sin policía la libertad y el pluralismo son utópicos. Porque unos encapuchados gritaron que la universidad es de todos. De todos ellos, claro. Y, si bien nosotros fuimos porque queríamos, por encima de eso, fuimos porque ellos no querían. A reivindicar lo que es de todos. De todos nosotros.

Conté quince furgones de policía y más tarde nos dijeron que fueron, como mínimo, diecinueve. Más el helicóptero de la nacional, más decenas de antidisturbios. Y todos ellos hicieron falta para pedir libertad en la Universidad. La decana pensó que estaríamos mejor en las postrimerías de su facultad y nosotros le hicimos ver que no. Que fuimos pese a su odio y que volveremos pese a su sectarismo. Aunque cada día me resulte más complicado entender, como a José Peláez, aquello que «hay en nosotros que les recuerda tanto a ellos mismos para que nos odien así».