León XIV ha recibido en audiencia a una delegación de representantes políticos y personalidades civiles franceses, en la que ha abordado el problema de la «laicidad a veces mal entendida» y las «colonizaciones ideológicas». El papa ha subrayado que ante las derivas de las sociedades occidentales, el cristiano debe «volver la mirada hacia Cristo» para pedirle ayuda en el ejercicio de las propias responsabilidades. Y lo más importante: ha recordado que el cristianismo no es «una simple devoción privada», sino una forma de vivir en sociedad impregnada de amor a Dios y al prójimo.
Se trata de un asunto no menor. Muchos de los políticos, bautizados y que dicen profesar la fe católica, aplican políticas anticristianas. En un primer momento, pareciera que tenía en mente casos por todos conocidos como el de Joe Biden, Justin Trudeau o Nancy Pelosi, a quien, recordemos, se le denegó la Eucaristía en 2022 por apoyo explícito a prácticas contrarias a la doctrina católica. Pelosi, nada menos, había pedido codificar Roe vs. Wade en ley federal.
El tema no iba por Macron, quien se bautizó a los 12 años por decisión propia pero asegura que tiene una relación compleja con el catolicismo, más intelectual que espiritual. El presidente francés no engaña a nadie a estas alturas. No se trata sólo de políticos. Ni siquiera iría por los despistados católicos que pertenecen a cualquier logia. El papa advierte sobre todo a aquellos católicos de buena fe que leen a Jacques Maritain: «No está por un lado el político y por otro el cristiano», sino que «está el hombre político que, bajo la mirada de Dios y de su propia conciencia, vive cristianamente sus compromisos y sus responsabilidades».