Observo por parte de determinadas fuerzas políticas el abuso constante del alegato contra la «crispación» en la vida pública. Resulta curioso que esa soflama suela lanzarse contra el adversario político de turno con el que se está discrepando en algún asunto. «¿Que usted no piensa como yo y me lo está diciendo? ¡No para usted de contribuir a la crispación política!».

Algo parecido ocurre con el llamado «discurso del odio», todos los que no están de acuerdo con determinados postulados lo fomentan, y no hay vuelta de hoja.

A priori, puede resultar inocente, incluso benévolo, aquello de «contribuyamos todos a rebajar el clima de crispación», pero, realmente, esconden un potente veneno: el de bajar la cabeza. A fin de cuentas, ¿qué buscan quienes piden rebajar esa supuesta «crispación»? Que calles. Buscan el silencio del adversario. Su cancelación. Buscan que si no se está de acuerdo con sus políticas, con sus discursos, con sus postulados, nadie se atreva a denunciarlo, a criticarlo, a alzar la voz en contra porque —¡oh, Dios mío!— ¡se estará contribuyendo a generar crispación!

La RAE define «crispar» como la acción de «irritar o exasperar a alguien». Si nuestros argumentos irritan o exasperan al de al lado porque éste no está de acuerdo, la solución no pasa por dejar de «crispar» ocultando esas razones si las consideramos del todo válidas. El debate político es el debate político y lo lógico y normal es que si uno está en contra de lo que suelta el adversario pueda crisparle. ¿Dónde está entonces el problema?

Desde aquí hago un humilde llamamiento a los políticos a dejar de utilizar como muletilla para todo el «rebajemos la crispación». Dejen de hacerse los comprometidos, los mártires por decir eso, porque lo natural con el adversario político es confrontar.

Y si por defender determinados valores, ideas, pensamientos, argumentos, formas de ver y entender la vida o creencias, o por levantarse contra lo que uno considera injusto o indigno, se es acusado de «contribuir al clima de crispación», bienvenida sea la crispación.