Hoy, 24 de enero, Päivi Räsänen, diputada y exministra del Interior de Finlandia, deberá comparecer ante el Tribunal de Distrito de Helsinki para responder a las acusaciones de discurso de odio (ethnic agitation) realizadas por el Ministerio Fiscal de su país. Este considera delito de odio un tweet que publico Räsänen en 2019 que contiene una foto de unos versículos de la Biblia y un comentario expresando sus convicciones sobre el matrimonio y la sexualidad.

En ese tweet, Räsänen cuestionó el apoyo de la cúpula de la iglesia luterana finlandesa al Orgullo 2019. A raíz de ese tuit también se investigaron las declaraciones que realizó en un debate de radio en 2019 y un folleto sobre sexualidad que escribió para su congregación en 2004. Dos años y varios interrogatorios después, el Fiscal presentó cargos contra Räsänen por las tres supuestas infracciones, lo que le puede llevar a cumplir penas de hasta dos años de prisión.

No es la primera vez, y tampoco será la última, en la que alguien se ve perseguido por expresar opiniones basadas en convicciones religiosas. Lo que sorprende es que, más allá del entendible debate que dichas opiniones puedan producir en la opinión pública, éstas sean perseguidas por el ministerio fiscal, poniendo en peligro el derecho a la libertad de expresión. No estamos hablando de un lenguaje que incite a la violencia o denigre a un colectivo específico, no. Ahora podrías ir a la cárcel por un tuit.

Es curioso que situaciones como la de Räsänen se produzcan en aquellos países en los que, en principio, se defiende más la libertad de expresión y, supuestamente, se condena cualquier tipo de censura. El mero inicio de las investigaciones policiales sobre Räsänen y la inminente vista demuestran que el derecho a la libertad de expresión no puede darse por sentado.  Si se censuran simples preguntas con versículos de la Biblia que no contienen insultos o lenguaje despectivo, es difícil que el ciudadano medio sepa dónde están los límites de su libertad de expresión. Esto conduce inevitablemente a la autocensura y al debilitamiento de la democracia.

Lo malo es cuando se dice que no existe la censura y luego esta se impone de manera arbitraria. Pues, además de ser totalmente ilegítima, esta es impredecible ya que se convierte en un instrumento de control de la opinión pública guiado por los poderes públicos del Estado. La confirmación de los cargos contra Räsänen implicaría la implantación por vía no legislativa, es decir, mediante una sentencia judicial, de un mecanismo de censura política que, permitiría retirar opiniones incómodas o no agradables de las redes sociales y otros medios de comunicación. Esto es particularmente peligroso si, además, se limita la expresión de contenidos relacionados con la conciencia de los ciudadanos, como es el caso.

Si los cargos contra Räsänen son confirmados, esto podría derivar a la coacción indirecta de la libertad de expresión ya que se demostraría que ciertas opiniones, basadas en criterios arbitrarios, pueden implicar consecuencias penales para los ciudadanos. La expresión de las ideas de uno no está reñida con el respeto a los demás, pero cualquier persona debería ser capaz de expresar en público sus convicciones más profundas No olvidemos que lo valiente nunca debe impedir lo cortés.

No es que en España, nuestro querido país, seamos inmunes a la censura de la corrección política. Tenemos ejemplos de sobra dentro de nuestras fronteras tanto en nuestro pasado, cada vez menos reciente, como en la convulsa actualidad. Pero nunca está de más recordar lo lejos que podemos llegar si persistimos en el error. No olvidemos que la libertad de expresión es una de las libertades básicas de la democracia. Fundamental para generar debate, dinamizar a la sociedad y fomentar el pluralismo político y social.

Y es que, tampoco está de más recordar lo que decía Jiménez Lozano, experto en sortear censuras, que «lo malo es cuando se dice que hay libertad total y, si se habla o se escribe lo que no conviene o lo que no gusta, el partidario de la libertad total le hace la vida imposible al que habla o escribe así».

Es importante ser consciente de lo que pasa a nuestro alrededor. Finlandia, al fin y al cabo, no está demasiado lejos de la península y observando lo que sucede en otros países podemos aprender de los errores y de los aciertos ajenos. No nos olvidemos, por ejemplo, de las denuncias interpuestas contra párrocos y obispos, entre ellos el arzobispo de Granada y el cardenal de Valencia, acusándoles de incitar al odio, por expresar su desacuerdo a la introducción de la ideología de género en los currículos escolares. Vale la pena remarcar que aprender de los errores de los demás es, generalmente, mucho más barato que hacerlo de los propios.