La verdad es radical, porque es una, y Charlie Kirk estaba muy cerca de ella. Cuando se le califica de extremista lo que se intenta es que la verdad juegue en la misma liga que las falacias. Bajos sus mismos términos y con las mismas reglas.
La verdad no es ideología, por lo que se equivocan los que hablan, desde la moderación y la cobardía —valga la redundancia— en términos de polarización. Algún día tendrán que rendir cuentas.
Las noticias y la prensa escrita repiten adjetivos como «trumpista» o «ultraconservador». Así, delimitan el asesinato de un inocente —que simboliza el tiro de gracia a la verdad en Occidente— a un marco mental que podamos aceptar y transmiten al espectador la sensación más de justicia que de sacrificio, de merecimiento, de «algo habrá hecho». De nuevo, papilla masticada para la sociedad biempensante.
La lucha es espiritual y está recrudecida. Sabemos de Quién es la victoria final. Honor a los caídos.
Sólo un ruego: ahórrennos la vergüenza ajena de hacernos creer que todo esto ha sido cosa de un trans enfadado.